La novela entre Rafael Devers y los Gigantes de San Francisco sumó otro capítulo picante esta semana luego de ser presentado como la gran adquisición de mitad de temporada, el slugger dominicano volvió a generar dudas al ausentarse de tres sesiones seguidas de trabajo defensivo con la leyenda local Will Clark, quien había ido al parque exclusivamente para enseñarle los fundamentos de la inicial.
Según relatos posteriores del propio Clark en la plataforma No Filter Network, el veterano se quedó esperándolo viernes, sábado y domingo sin que Devers se apareciera ni siquiera para batear en el campo. El ex primera base entiende que la presión de la prensa sobre todo la de Boston, que seguía cada paso del recién traspasado influyó en la decisión del quisqueyano de “quitarse” esos días. “No quería pararse en la primera con todos los ojos encima; lo capto”, admitió Clark.
El asunto revive las críticas que ya habían llevado a Boston a mover ficha cuando los Medias Rojas le pidieron que cubriera el hueco en la inicial tras la lesión de Triston Casas, Devers también se negó y terminó siendo canjeado al Oeste. El patrón se repite y, con él, la pregunta de fondo: ¿puede un bate de calibre All-Star permitirse tanto margen de adaptación a mitad de campaña?
Mientras el debate arrecia, el bate habla. Devers arrancó julio bateando para .320/.419/.440 con siete juegos seguidos pegando de hit, dos estacazos y nueve impulsadas que maquillan cualquier distracción extra béisbol. Las cifras tomadas del desglose de ESPN de sus primeros encuentros con los Gigantes confirman que, al plato, el dominicano mantiene la puntería aunque su guante siga en veremos.
Desde la oficina de Buster Posey el mensaje es claro: la inversión de US$270 millones y la cesión de prospectos como Kyle Harrison y Jordan Hicks obligan a encontrarle un rol defensivo estable cuanto antes; alinear a Devers solo como designado resta flexibilidad a un roster que necesita ofensiva sin sacrificar brazos en la banca.
Mover a cañoneros no es nuevo Miguel Cabrera pasó de la esquina caliente a la inicial en Detroit y, con trabajo extra, alargó su carrera productiva; Chris Bryant hizo el tránsito inverso en Colorado para cubrir huecos. Ambos casos comparten un denominador compromiso con los fundamentos y muchas repeticiones antes de los juegos.
Con el equipo peleando por meterse en los comodines, cada out regalado pesa. Devers ha reconocido en rueda de prensa posterior que aceptará “donde sea que el dirigente me necesite”, pero los hechos todavía no acompañan las palabras. Clark, siempre campechano, lo resumió con un guiño: “La próxima vez que estés en San Francisco te arrastro a primera, aunque sea a puro relajo”.
La pelota, como siempre, está del lado del jugador. Si Devers abraza el reto defensivo, los Gigantes ganan un bate zurdo élite sin sacrificar la alineación; si persiste la resistencia, el trade más sonado de la temporada corre el riesgo de quedarse a medio camino entre promesa y desencanto. El calendario apremia y, en la Bahía, la paciencia se mide en victorias, no en titulares.








