A Propósito del alcohol adulterado

Por Bolívar Mejía

Mi cuerpo es el recipiente que contiene mi alma y mi espíritu, es el asiento de mi cerebro y mis pensamientos, las personas hoy día tratan su cuerpo de manera irracional, ingieren cualquier cosa para alimentarlo, lo cargan de azúcar y alcohol, de grasas saturadas y cuantos artilugios alimenticios se inventa la industria de los alimentos para obtener ganancias. Las medicinas curan una dolencia y causan diez, para mantener el eterno negocio de las farmacéuticas y ahora también nos convertimos en conejillos de india de los tigueres de los callejones,  perversos  dominicanos y haitianos que sin ningún conocimiento de química alimenticia, ni higiene, inventan en los barrios con la vida de las personas. Más de 50 ciudadanos muertos por alcohol adulterado, 4 de una misma familia,  eso rebasa los códigos de una epidemia de salud, para convertirse en una pandemia de carácter social, que debería tener a este país patas arribas, pero “somos así y así somos”. Yo  a mi cuerpo cuando suelo colocarle un poco de alcohol, tiene que ser del más fino, aunque no sea del más caro, todo lo que me llevo a la boca, tengo que analizarlo,  porque con mi organismo no invento, ni experimento, mucho menos voy a poner a otros a jugar con mi salud. ¡Pueblo dominicano!, gente de los barrios, nuestros gobiernos son remolones cuando se trata de infelices, si los muertos fueran de otro estatus social, la isla estuviera vuelta al revés en estos momentos, buscando a los responsable de un crimen de lesa patria y hasta de lesa humanidad lo hubieran declarado; con protestas en la plaza de la bandera y frente al congreso incluidas; pero como los muertos son gente sin importancia de barrios y cañadas pobres, la jicotea judicial camina con lentitud y a paso de caracol. Cobren conciencia ciudadanos, es responsabilidad de los líderes comunitarios y juntas de vecinos orientar a su gente, para que no consuman licores adulterados, que ponen en riesgo sus vidas, esa será la mejor forma de acabar con el trasiego ilícito y las muertes, dejar de comprar, cuando se vean sin mercado, se acabará el criminal negocio y muerto el perro, se acabó la rabia. Este pueblo necesita de la movilización de un movimiento comunitario en cada barrio, en cada callejón, en cada esquina, para crear conciencia ciudadana, articular voces y acciones que generen EL VERDADERO CAMBIO QUE NECESITA LA SOCIEDAD DOMINICANA.

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