LA PUBLICIDAD SOBRE ALIMENTACIÓN Y SU INCIDENCIA EN LOS MENORES

Los anuncios de alimentación más vistos por los menores de 4 a 12 años son de productos de escaso valor nutritivo, lo que parece evidenciar la ineficacia de la autorregulación del sector para proteger a los menores y hace recomendable una normativa más restrictiva para prevenir el crecimiento de la obesidad infantil en España.

Así lo asegura un reciente estudio de tres investigadoras —dos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC): Mireia Montaña y Mercè Vàzquez, y una de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), Mònika Jiménez-Morales— publicado en la revista Nutrients y en el que, dado que España se encuentra a la cabeza de Europa en obesidad infantil, y que uno de los frentes para atacar este problema es la publicidad alimentaria dirigida a menores, las autoras recomiendan más control sobre los anuncios de productos de bajo valor nutritivo y más restricciones para el conjunto de normas que autorregulen la publicidad alimentaria dirigida a los niños.

Publicidad sobre alimentación y código de autorregulación

El estudio revela que el Código de autorregulación de publicidad de alimentos y bebidas dirigida a menores (PAOS) es ineficaz y no ayuda a prevenir la obesidad. En este sentido, Mireia Montaña, principal autora del artículo, asegura que “se vulneran repetidamente varios principios del código y, además, no se tiene en cuenta que el gran consumo de publicidad de los menores se produce fuera del horario protegido”. Y es que, efectivamente, es importante destacar la incidencia de la televisión entre los menores: el 90 % de los niños continúa viendo contenidos televisivos habitualmente y el 80 % los consume, a diario, fuera de lo que se considera horario infantil.

Para la realización de este estudio, las tres investigadoras analizaron durante tres años —de 2016 a 2018—, los anuncios emitidos en la franja horaria más vista por los niños y niñas de 4 a 12 años. En primer lugar, analizaron la calidad nutricional —la etiqueta Nutriscore, un código de colores que indica si los alimentos son más o menos saludables— de los productos de los anuncios más vistos (905), y de 300 campañas televisivas. Después, correlacionaron el valor nutricional con la estrategia discursiva usada como reclamo publicitario.

Los anuncios más vistos corresponden en su mayor parte a productos alimenticios de escasa calidad nutritiva, lo que, según Mireia Montaña “de ninguna manera ayuda a prevenir la obesidad entre esta población”. También observan que, a medida que baja la calidad nutricional de los productos anunciados, más alta es la presencia de elementos que transmiten ideas relacionadas con experiencias positivas, que nada tienen que ver con los productos. Diversión, felicidad, aventura y éxito son algunos de los conceptos recurrentes en la publicidad de productos de más bajo valor nutricional. “Estos estímulos alientan a los niños y niñas, muy vulnerables ante estas estrategias discursivas, a consumir estos productos, ofreciéndoles emociones y experiencias positivas de la compra”, explica la investigadora.

Trastornos del comportamiento

Una relación, la que se establece entre la comida y las emociones, particularmente alarmante, ya que varios estudios han relacionado el consumo de alimentos de escaso valor nutricional con un estado de ánimo personal bajo, un hecho que se conoce como ‘comer emocional’ (emotional eating), referido a las personas que buscan compensar sus necesidades emocionales mediante la ingesta de productos, sobre todo ricos en energía, pero de escaso valor nutritivo. También se ha demostrado en estudios anteriores que la publicidad de productos que se comen por placer pero sin hambre —como el chocolate o las patatas fritas— pueden modificar el comportamiento y causar alteraciones alimentarias, como el trastorno por atracón.

“Dadas las repercusiones negativas que tiene para la salud y, sobre todo, la vulnerabilidad de los niños, creemos que es necesaria una revisión de la aceptación de un discurso publicitario hedonista que puede acabar provocando una disminución del bienestar de las personas”, explica Mireia Montaña, añadiendo que, con los datos sobre la mesa, recomiendan que el Gobierno español aplique una política más restrictiva para la publicidad de alimentos de alto valor calórico y escaso valor nutritivo.

 

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