Hace ya unos años, no viene al caso cuántos, me levanté un día sin saber que Dios me daría uno de los regalos más importantes de mi vida, un regalo de esos que cuando llegas a casa por la noche te das cuenta que tu trabajo merece la pena por las personas que te permite conocer.
Ese día Dios me dio el privilegio de conocer a Pedro Pascual. Difícil describirlo sin quedarte corto, un ser humano que regalaba paz, amor, sabiduría, que con su sonrisa te iluminaba, incapaz de decir una palabra más alta que otra por no molestar, amigo como pocos. Una persona de la que siempre querías aprender para ser mejor, que te inspiraba para hacer el bien donde fuese.
Que daba solo por su intrínseca generosidad sin esperar nada a cambio. Debo relatar aquí una de sus acciones y es que con sólo una llamada desde Santo Domingo para que me ayudara a que mi madre, que seguro lo verá en el cielo, pudiera pasar sus últimos días bien atendida en un hospital de Palma, movió cielo y tierra para que así fuese. Pedro, GRACIAS con mayúsculas por esa lección de vida que nos distes a todos los que tuvimos la dicha de conocerte. No te fuiste pues tu ejemplo y legado siempre estará entre nosotros para poder ser mejores personas e intentar con tu ejemplo parecernos un poco más a ti. En paz descanses amigo.