¿Qué come nuestra piel? Los alimentos más beneficiosos para mantenerla sana

Cada vez existen más evidencias de la llamada de los tres cerebros. El estudio nos muestra que tenemos tres diferentes centros directores en nuestro cuerpo que procesan y organizan la información de forma sutil pero eficaz. Nuestra compleja fisiología depende de la información que recibe uno de esos tres centros, y de cómo una vez procesada, este dirige a nuestro organismo para que trabaje. Y afecta, como no, al estado de nuestra piel.

El primero de los tres es un nuestro cerebro “clásico” que organiza con sus neuronas miles de tareas conscientes e inconscientes y que nos permite interrelacionarnos con nuestro medio. Desde acariciar a un niño, a empuñar un martillo ó conducir un coche, además de mantener con vida el cuerpo humano regulando sus ritmos.

El segundo es el intestino que absorbe nutrientes y elimina toxinas, manteniendo las bacterias nocivas del tubo intestinal a raya y permitiendo que podamos nutrirnos con los alimentos que necesitamos, al mismo tiempo que nos deshacemos de las sustancias no deseadas.

Y finalmente la piel, que tiene como tarea informar sobre todo lo que nos rodea, producir placer, permitir llevar a cabo prácticamente todos los trabajos, y defendernos de la agresión del medio ambiente, siendo, además, una vía de eliminación de toxinas, y regulando la temperatura corporal.

Y como de los tres centros es la piel la que está directamente en contacto con el medio ambiente, es quien más sufre y más apoyo necesita.

Para conseguir que nuestra piel funcione hay que alimentarla convenientemente pero no solo por fuera, con el uso de la cosmética y los productos protectores, sino también por dentro. Entramos aquí en una fascinante ciencia que se llama la nutricosmética, que investiga qué comer y qué no comer para que nuestra piel esté más bonita y más sana.

La piel, como todo nuestro cuerpo, necesita una compleja mezcla de nutrientes para mantenerse saludable. Lo primero son las vitaminas y micro elementos. Sabemos que, en cuanto existen carencias de vitaminas o nutrientes como el hierro, la piel sufre un fuerte estrés. Al existir una falta de este mineral la sangre transmite menos oxígeno. Es decir, las células respiran peor y por lo tanto se ven incapaces de cumplir sus funciones.

Por esto, la carencia de hierro aunque sea ligera, tiene como efecto un aumento de la caída del cabello, una mayor tendencia a las pequeñas infecciones, y la piel aparece apagada y mortecina.

Existen muchos alimentos que nos aportan hierro, entre ellos la carne roja es el más útil, y para los poco carnívoros, los crustáceos y mariscos como las gambas y mejillones ofrecen una rica fuente de esta sustancia.

En el caso de las vitaminas, todas ellas son imprescindibles para el desarrollo de la vida (de ahí su nombre aminas-vitales). Las que más repercuten en el funcionamiento de la piel son la vitamina A y la Vitamina C. El déficit de esta última es poco frecuente en la actualidad en las sociedades civilizadas gracias a la variedad de frutas a la que tenemos acceso. Antiguamente, su falta producía el terrible escorbuto, en el cual los músculos y la piel, literalmente, se desintegraban.

En cualquier caso, los suplementos de vitamina C ayudan a mejorar las defensas, a fabricar más colágeno, el material con el que se hacen las vigas de la piel, y su potencia antioxidante consigue que podamos vivir más años y en mejores condiciones.

Respecto a la vitamina A es, por definición, la vitamina de la piel, y acelera su velocidad y que las células aparezcan más fuertes y cohesionadas . Su consumo, siempre con moderación, fortalece el cabello y ayuda a mejorar la elasticidad de la piel. Se trata, definitivamente, de la vitamina que rejuvenece y fortalece la dermis.

Pero, además de acelerar la piel, necesitamos otros muchos elementos y acciones. La epidermis es un órgano que se oxida con enorme facilidad, por eso envejece. Debemos procurarle antioxidantes tanto por dentro como por fuera.

Existen potente plantas de impresionante efecto como la Cúrcuma, muy utilizada en la cocina tradicional oriental y que se ha llegado a recomendar a los pacientes oncológicos por su capacidad para eliminar radicales libres. Estas sustancias forman el óxido natural y son producto de deshecho de las células y de las situaciones de estrés. Cuanto más se acumulan, más devastador es su efecto en la salud de nuestra piel y de nuestros órganos en general.

Una sustancia de origen natural, la Ubiquinona, es la reina en la lucha contra los radicales libres y el envejecimiento.

Pero nuestra epidermis necesita también una capa grasa de protección que, a la manera de una crema, ofrezca aislamiento y nos ayude a frenar la agresión del medio ambiente. Esta emulsión natural está formada por colesterol, esfingolipidos y ácidos grasos naturales. Curiosamente, ese colesterol tan nocivo para las arterias resulta muy beneficioso para la protección de la piel. Así que necesitamos, y sobre todo a partir de una cierta edad, un consumo de lo que se llaman ácidos grasos insaturados de los cuales el oleico y linoleico son los más potentes. El aceite de oliva extra virgen o los frutos secos nos ayudan por su alto contenido en estas sustancias a mantener la piel, especialmente en invierno, en perfecto estado.

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