«Terror», la obra de corte judicial con un dilema que hace cuestionar

La obra de teatro de factura alemana "Terror", que se estrenó este viernes con éxito en la Sala Ravelo del Teatro Nacional bajo la dirección de Ramón Santana, no deja indiferente a nadie.

Por alrededor de una hora y media los espectadores son testigos de una serie de argumentos, interrupciones y fuertes diálogos que se complementan con una mezcla de suspenso y drama hasta crear el dilema y la duda en cada uno: ¿el piloto será culpable o inocente?

Con el escenario convertido en un tribunal, el montaje presenta el siguiente caso: un avión con 164 pasajeros es secuestrado por un terrorista. Su intención es estrellarlo contra un estadio con 70.000 espectadores. 

Para impedirlo, un mayor del ejército alemán decide derribar el avión con un misil y así evitar una tragedia mayor. Ahora enfrenta un juicio donde el público decide si es un héroe o un asesino, si es culpable o inocente. ¿Lo justo es siempre lo correcto?

El selecto grupo de actores de "Terror", pieza original del abogado y escritor alemán Ferdinand Von Schirach, merecieron todos aplausos de pie al darles vida a un juzgado dividido entre la barra de la defensa y los fiscales contra el acusado, interpretado de manera magistral por Irving Alberti como el piloto Lars Koch.

Su abogada la Sra. Müller, Beba Rojas, logró notas altas con una excelente actuación en la que hace una defensa con ímpetu, desafiante que juega con las emociones y convence al público de que el acusado, que se debate entre ser un héroe o asesino, hizo lo correcto.

Su monólogo final fue memorable. En la realidad, la también presentadora venezolana radicada en el país cursa el octavo cuatrimestre de licenciatura en Derecho.

Pero del otro lado están los hechos según la ley y ahí la actriz Luvil González dio cátedra de una fiscal que en todo momento sostuvo sus ideas amparadas en lo que dicta la Constitución. Por igual, su monólogo final fue tan convincente y con arrojo que abrió el dilema entre lo moral y lo justo.

Al igual que la abogada, Luvil representó con maestría a una mujer de temple, por lo que, las discusiones  o enfrentamientos verbales entre ambas elevaron el drama al punto de que la vista del público no se quedaba estática entre mirar a la izquierda o la derecha.

Son ellas las que, luego de tantos debates, con sus consideraciones harán que la duda se apodere y abren la puerta para que el público como el jurado decida la suerte del acusado después de que el magistrado, con una brillante exposición, llame a decidir.

A todo esto, un excelente juez encarnado por Orestes Amador hizo pensar que en otra vida hubiese sido un servidor de la justicia: ecuánime, firme y con sabias frases.

La parte emocional la llevó la destacada actriz y locutora Yanela Hernández en el rol de la viuda de una de las víctimas del avión. 

Con su papel, Hernández destapa otra posibilidad: ¿Y si los pasajeros del avión estaban intentando defenderse del terrorista y no les dio chance?

Además de las voces y los sonidos que ponían a imaginar ese momento trágico, con puntuales cambios de iluminación, la pieza tuvo un toque de modernidad al tener la actuación en vivo y desde la pantalla de Richard Douglas en el papel del testigo, como siempre, probadísimo en las tablas. 

Mención especial para la participación de Madeline Bare, Nathalia Rodríguez y Juan La Voz.

Las tensiones propias que se viven en los tribunales hicieron por momentos trasladarse a la escena judicial dominicana con los casos sonoros.

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Irving y Luvil escenificaron la tensión en el tribunal. (KEVIN RIVAS)

En una escena de interrogatorio Irving se para con firmeza y golpea la mesa en respuesta a una teoría de la fiscal que hace la actriz Luvil González. "Ningún piloto ni militar quisiera encontrarse con un momento así aunque sea parte del entrenamiento", afirma.

Argumentos para reflexionar 

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Irving Alberti en la piel del acusado.

Irving Alberti en la piel del acusado. (KEVIN RIVAS)

 

La misión del piloto, en su defensa, es que hay que salvar a muchos aunque se tenga que sacrificar a unos pocos. "Estamos entrenados a proteger la colectividad", expresó Irving Alberti en la piel del piloto que rememoró esos segundos finales antes de tomar la fuerte decisión de derribar el avión lleno de civiles.

Ahí entra la fiscal Luvil González espetando: ¿es una cuestión numérica, 164 en vez de 70 mil?

"La ley y la moral han de mantenerse separadas de forma rigurosa, así se logra un verdadero estado de derecho. Una posición moralmente correcta jamás podrá estar por encima de la Constitución", argumentó González.

"Los seres humanos no son objetos. La vida no se puede medir en base a números. Él no es un héroe", dijo con firmeza. 

Beba Rojas, mirando de frente al público- jurado, dijo: "Condenar a Lars Koch no protege a las víctimas, protege a los terroristas. Las leyes obsoletas de hoy son las que nos mantiene en una sociedad de terror".

"Un hombre que fue formado de manera sistemática tanto militar como académicamente incluso de entregar su propia vida en pro de usted y en pro del mal menor de nuestra amada nación. ¡Gracias a Dios que Lars Koch se rigió por aquello que en ese momento era lo correcto; evitar que murieran la mayor cantidad de personas posibles", defendió Rojas con voz fuerte y metida de llena en su personaje.

A los espectadores, un Orestes Amador juez, les dijo: "Recuerden que para encontrar la verdad no solo se necesitan argumentos, así que voten. Sé que es difícil, pero usen los argumentos".

Al finalizar la obra, el elenco salió de escena para que los presentes votaran mediante un código QR que abría el link de la encuesta "culpable o inocente".

Los actores no saben el veredicto hasta que se entrega. 

Después entraron a escena. Y así, tal y como en un tribunal, con un Irving Alberti al centro, erguido militarmente como el piloto Lars Koch, el juez leyó el veredicto y fue declarado…

Juzgue usted

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Orestes Amador como el juez. (KEVIN RIVAS)

"Terror", una de las mejores apuestas teatrales en lo que va de año, cierra este domingo a las 6:30 de la tarde bajo la dirección de Ramón Santana.

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