La reciente declaración de Vladímir Putin volvió a tensar el clima político en el continente, al afirmar que Rusia está preparada para enfrentarse militarmente a Europa si fuese necesario. Sus palabras, pronunciadas poco antes de recibir en el Kremlin al enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, resonaron como un recordatorio de la fragilidad del panorama geopolítico actual.
Según la agencia EFE, el mandatario ruso insistió en que Moscú no busca un conflicto directo con los países europeos, aunque dejó claro que responderá si percibe una amenaza real. En su mensaje, sostuvo que la operación en Ucrania continúa bajo lo que describió como una actuación “quirúrgica”, una afirmación que contrasta con las denuncias de bombardeos indiscriminados difundidas por Kiev y respaldadas por varios gobiernos occidentales.
Putin aprovechó el momento para recalcar que, a su juicio, Europa vive atrapada en la idea de que puede infligir a Rusia una “derrota estratégica”. Esa visión, dijo, se sostiene en expectativas que no se corresponden con el terreno, especialmente tras el anuncio del control de Pokrovsk, un punto clave en la región de Donetsk que Moscú presenta como una de sus mayores conquistas desde el inicio de la invasión. Las autoridades ucranianas, sin embargo, disputan esa versión y aseguran que los combates continúan.
En medio del cruce de mensajes, el mandatario ruso rechazó las propuestas de paz promovidas por varios gobiernos europeos, pero dejó una puerta abierta aseguró que esos países podrían volver a sentarse en una mesa de negociación siempre que acepten según su postura las condiciones impuestas por la realidad militar sobre el terreno. Analistas internacionales consultados por centros como el Carnegie Russia Eurasia apuntan que este tipo de declaraciones busca reforzar la narrativa de fuerza interna del Kremlin y presionar a las capitales europeas en un momento en que la ayuda a Ucrania enfrenta debates internos.
A pesar del tono desafiante, el intercambio con emisarios de Estados Unidos sugiere que Moscú intenta mantener ciertos canales abiertos, aun mientras endurece su discurso hacia Europa. Ese juego dual se ha convertido en una constante de la diplomacia rusa durante los últimos años, en los que oscila entre la confrontación pública y la negociación cerrada.








