El conflicto entre Rusia y Ucrania vuelve a proyectarse hacia un horizonte más largo y complejo. Desde Moscú, la cúpula militar rusa empieza a hablar abiertamente de un escenario de guerra que no solo se mantendría durante el próximo año, sino que podría consolidarse como un enfrentamiento prolongado, condicionado por factores externos que, según el Kremlin, ya están en marcha.
Según informó la agencia EFE, el ministro de Defensa ruso, Andréi Beloúsov, sostuvo ante la plana mayor del Ejército que existen “condiciones reales” para que las hostilidades continúen en 2026. En su diagnóstico, la clave no está únicamente en Kiev, sino en el rol que juegan los aliados europeos de Ucrania y la OTAN, a quienes acusa de acelerar preparativos militares con la vista puesta en la próxima década.
Beloúsov afirmó que las fuerzas de la Alianza Atlántica han comenzado a prepararse “a marchas forzadas” para un eventual enfrentamiento con Rusia en los años 2030, una dinámica que, a su juicio, empuja a Moscú a actuar de manera preventiva. Bajo ese razonamiento, defendió la necesidad de mantener la presión militar, anticiparse a los movimientos del adversario y ajustar de forma constante las tácticas de combate.
El ministro fue más allá al describir los objetivos inmediatos del Ejército ruso. Habló de continuar debilitando las defensas ucranianas y de aniquilar sus principales agrupaciones militares, con la meta de sostener e incluso acelerar el ritmo de la ofensiva durante 2026. En su discurso, presentó el colapso de las fuerzas ucranianas como un desenlace inevitable, resultado del avance sostenido de las tropas rusas.
Como respaldo a esa tesis, Beloúsov aseguró que durante 2025 Rusia habría reducido a un tercio el potencial militar de Ucrania y que Kiev ya no tendría capacidad para reconstituir sus fuerzas mediante la movilización forzosa de civiles. En ese contexto, afirmó que incluso los aliados occidentales de Ucrania estarían comenzando a asumir la fragilidad del actual esquema defensivo ucraniano.
Estas declaraciones se producen en un momento en que el conflicto entra en una fase de desgaste prolongado, marcada por la incertidumbre sobre la ayuda militar occidental, los debates internos en Europa sobre seguridad y defensa, y la creciente retórica de confrontación entre Moscú y la OTAN. Más allá de la veracidad de las cifras ofrecidas por el Kremlin, el mensaje político es claro Rusia se prepara para un escenario de guerra larga y busca instalar esa idea tanto dentro como fuera de sus fronteras.
