El presidente ucraniano Volodímir Zelenski se sentó este miércoles con el papa León XIV en la residencia de Castel Gandolfo y dejó claro su objetivo conseguir que la Santa Sede reúna en la misma mesa a Kiev y Moscú para pactar el fin del conflicto que consume a su país desde 2022. La cita, de apenas media hora, se produjo lejos de los flashes vaticanos, pero marcó un nuevo intento de diplomacia “a lo latino”, según describen fuentes del entorno papal.
Según un comunicado oficial de la Santa Sede, el pontífice reiteró su disponibilidad a recibir delegaciones de ambos bandos y subrayó “la urgencia de procesos de paz justos y duraderos”, así como la liberación de prisioneros y el regreso de los niños deportados por Rusia.
Zelenski, más pragmático que solemne, salió del encuentro recordando que “contamos con el Vaticano” para una cumbre de alto nivel. No es la primera vez que lo pide, pero ahora juega con la carta de un papa recién llegado al trono de San Pedro y con fama de mediador. El presidente aprovechará su estancia en Roma para inaugurar, junto a la premier italiana Giorgia Meloni, la IV Conferencia sobre la Reconstrucción de Ucrania, donde buscará dólares y voluntad política para las zonas destruidas por los misiles rusos.
Obstáculos en la otra orilla
El entusiasmo ucraniano contrasta con la frialdad del Kremlin. El canciller ruso Serguéi Lavrov calificó de “poco elegante” sentar a dos naciones de mayoría ortodoxa bajo la cúpula católica de San Pedro, dejando en el aire cualquier compromiso con la iniciativa. A Moscú le incomoda, además, la postura marcadamente pro-ucraniana que el nuevo papa ha mostrado desde su elección. Analistas citados por Euronews advierten que la desconfianza rusa hacia la Curia y las tensiones históricas con el Patriarcado de Moscú siguen siendo el principal talón de Aquiles de la propuesta.
El drama de los niños deportados
Uno de los puntos más sensibles abordados fue el destino de miles de menores ucranianos trasladados a territorio ruso desde las zonas ocupadas. Organismos internacionales calculan que la cifra ronda los 20 000, aunque la opacidad del Kremlin dificulta la verificación. Zelenski pidió a León XIV que use su peso moral para acelerar el retorno de esos niños, conscientes de que ninguna mesa de negociación tendrá legitimidad mientras sigan lejos de sus familias.
¿Hay espacio para una paz vaticana?
Más allá del gesto simbólico, la oferta del papa choca con un rompecabezas geopolítico: Rusia exige garantías sobre la neutralidad de Kiev y la protección de rusoparlantes; Ucrania no cede un centímetro de territorio y Occidente presiona para mantener el frente unido. Aun así, la “diplomacia de sotana” ha cosechado éxitos en conflictos tan dispares como Colombia y Sudán del Sur, recordando que, en tiempos de guerras atascadas, las puertas inesperadas pueden abrirse.
En Roma lo saben bien. Meloni, que hace unas semanas confirmó la disposición del Vaticano a mediar, también ha usado la plataforma de la reconstrucción ucraniana para reforzar su peso en la escena europea. La coincidencia de agendas reunión papal hoy, conferencia económica mañana busca generar un momentum difícil de ignorar, incluso para los más escépticos.
Mirando hacia adelante
Si la Santa Sede logra sentar a Rusia y Ucrania, no será por la fuerza de los ejércitos, sino por la autoridad moral que todavía conserva ante la opinión pública global. En un escenario plagado de líneas rojas, la pericia diplomática de León XIV y la insistencia de Zelenski podrían transformar un gesto de buena voluntad en el primer paso hacia un alto el fuego. Falta ver si Moscú querrá escuchar el tañido de las campanas vaticanas o si, como tantas veces, optará por el silencio estratégico.
Por ahora, Roma espera. Y el mundo, con ella.








