La Presidencia dominicana volvió a dejar claro que no piensa mirar hacia otro lado mientras Haití hierve. El lunes, el Gobierno sostuvo que el despliegue internacional en el vecino país debe “fortalecerse de inmediato” para evitar que las bandas armadas terminen de tomar el control total.
Según la agencia EFE, la postura se anunció el mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU prorrogó el mandato de la Oficina Integrada en Haití (BINUH) hasta el 31 de enero de 2026, avalando así la continuidad y la posible ampliación de la Misión de Apoyo de Seguridad Multinacional (MSS) que lidera Kenia.
El presidente Luis Abinader describió la crisis haitiana como “un evento constante” y advirtió que los vacíos financieros y operativos de la MSS la dejan coja ante pandillas cada vez más atrevidas. El mandatario recordó que, junto a sus tres antecesores, envió una carta a las potencias del Consejo para que la misión adopte un formato híbrido bajo el paraguas logístico de la ONU, fórmula que insiste destrabará fondos y recursos.
Los números dan la razón al gobernante. Solo en los primeros seis meses de 2025 se registraron más de 4 000 homicidios intencionales, un salto de 24 % frente a 2024. A la par, la violencia ha empujado a casi 1,3 millones de haitianos a abandonar sus hogares, la mayor cifra de desplazados internos jamás computada por los organismos humanitarios.
En tierra, la MSS opera con poco más de un millar de policías tres cuartas partes keniatas y un presupuesto que hace agua. La precariedad se traduce en bajas al menos dos agentes kenianos han muerto y varios resultaron heridos en enfrentamientos recientes con bandas que controlan el 85 % de Puerto Príncipe.
Washington insiste en que más países aflojen la chequera para sostener la misión, mientras las autoridades dominicanas temen que, sin refuerzo urgente, Haití se convierta en un corredor regional de narcotráfico y terrorismo. Ese escenario pondría a prueba la porosa frontera terrestre y obligaría a Santo Domingo a redoblar su propio dispositivo de seguridad.
A corto plazo, diplomáticos criollos barajan tres claves: 1) garantizar que el componente policial reciba blindaje y equipos adecuados; 2) amarrar un programa de desarrollo que frene la migración irregular y, 3) coordinar inteligencia con Jamaica, Bahamas y EE. UU. para cortar rutas marítimas de gangs como Viv Ansam y Gran Grif.
Si la comunidad internacional no acelera, República Dominicana sabe que la factura llegará en forma de más balas cruzadas, más desplazados buscando refugio al este de la isla y un impacto directo en su propia estabilidad económica. La pelota, por ahora, sigue en la cancha de la ONU y de los donantes dispuestos a pasar del discurso a los cheques.








