Volodímir Zelenski aterrizó en Washington con la determinación de blindar un acuerdo de paz “rápido y fiable” que, a su vez, cierre la puerta a cualquier revancha rusa. Para el mandatario, no se trata de congelar la guerra se trata de terminarla en serio.
Según la agencia EFE, el presidente recordó en la red social X cómo la cesión forzada de Crimea y parte del Donbás en 2014 solo sirvió de trampolín para la invasión total de 2022. Por eso, advirtió, “esta vez la paz debe ser duradera, no un respiro para que Vladímir Putin vuelva a atacar”.
La historia pesa. Zelenski trae a colación el Memorándum de Budapest de 1994 cuando Kiev entregó su arsenal nuclear a cambio de garantías que nunca se cumplieron para ilustrar por qué hoy no piensa regalar ni una pulgada de tierra. En su entorno citan un mantra sencillo “Sin seguridad real no hay territorios negociables”.
La presión de Trump y el frente europeo
El presidente de EE. UU., Donald Trump, recibió a Zelenski en la Casa Blanca tras su reciente cumbre en Alaska con Putin. Trump insiste en que Ucrania renuncie a la OTAN y acepte la pérdida de Crimea como base de un acuerdo, posición que alarma a Kiev y a sus socios europeos. No obstante, el magnate ofrece “garantías de seguridad al estilo OTAN” para el día después de la guerra un concepto todavía borroso .
Europa llegó en bloque para evitar que el diálogo derive en concesiones unilaterales. El canciller alemán Friedrich Merz y el presidente francés Emmanuel Macron reclaman un alto el fuego previo a cualquier mesa con Moscú, mientras el primer ministro británico Keir Starmer defiende que la puerta a la Alianza Atlántica siga abierta. El ministro de Exteriores alemán, Johann Wadephul, sintetizó la línea común: “Presión máxima a Rusia para una paz justa y duradera”.
China, entre el equilibrio y la oportunidad
Pekín observa con cautela. En junio de 2024, la portavoz Mao Ning reiteró que “todos los esfuerzos hacia una paz justa y duradera deben ser reconocidos”, dejando claro que cualquier plan que excluya a Rusia le resulta insuficiente. Aunque hoy China se limita a aplaudir el acercamiento Trump-Putin, diplomáticos europeos temen que Beijing use su influencia para ganar espacio en la reconstrucción ucraniana y, de paso, frenar la expansión de la OTAN.
El frente de batalla no se toma descanso
Mientras los líderes conversan, el zumbido de los drones sigue marcando la madrugada en ambos lados del frente. La Fuerza Aérea ucraniana reportó el derribo de 88 de los 140 aparatos lanzados por Rusia anoche, uno de los mayores ataques de la guerra. Moscú, por su parte, afirma haber abatido 23 drones ucranianos sobre Tambov, Bélgorod y la península de Crimea territorios que han pasado a formar parte de la retaguardia del conflicto.
Los golpes castigan sobre todo a la población civil un ataque ruso con drones en Járkov dejó siete muertos, entre ellos dos niños, apenas horas antes de que Zelenski se sentara con Trump. Kiev responde apuntando a depósitos de combustible y estaciones de bombeo en territorio ruso, buscando mermar la logística enemiga.
El obstáculo de la “paz rápida”
Más allá del teatro diplomático, los analistas coinciden en que ninguna de las partes puede imponer un triunfo militar contundente a corto plazo. El Instituto para el Estudio de la Guerra señala que las tropas rusas avanzan a paso de infantería, incapaces de romper las líneas ucranianas con maniobras mecanizadas, mientras Kiev depende cada vez más de drones y artillería occidental para contener el empuje. Ese equilibrio precario explica por qué Zelenski sospecha de cualquier solución exprés: una tregua sin garantías solo congelaría el conflicto y daría tiempo a Moscú para rearmarse.
¿Qué significaría una paz “duradera”?
En palabras de Zelenski, duradera implica tres pilares:
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Seguridad vinculante: tratados bilaterales y multilaterales con mecanismos claros de respuesta militar si Rusia rompe el acuerdo.
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Integridad territorial intacta: Crimea y Donbás vuelven a la mesa; Kiev no legitima la ocupación de facto.
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Responsabilidad jurídica: reparación de daños y procesos por crímenes de guerra, algo que Putin rechaza de plano por la orden de arresto del Tribunal Penal Internacional.
Trump propone garantías “al estilo OTAN” pero evita comprometer tropas estadounidenses a futuro. Sin un esquema sólido, Europa teme que Ucrania quede en un limbo parecido al de 1994.
Para la República Dominicana, lo que ocurra en Washington repercute en el bolsillo y en la seguridad alimentaria. El bloqueo de puertos del mar Negro encarece cereales y fertilizantes, encadenando la factura del pan y los insumos agrícolas. Además, un conflicto prolongado drena la atención y los recursos estadounidenses de otras prioridades hemisféricas, empezando por la crisis haitiana.
El punto de inflexión
Zelenski llega con los bríos de sus soldados que avanzan en Donetsk y Sumy, pero también con la urgencia de mantener viva la ayuda militar occidental. Trump, pragmático, quiere proclamarse pacificador antes de las elecciones de medio mandato; Putin apuesta a la fatiga de Occidente. Entre esas agendas se jugará, quizá esta misma semana, la posibilidad de cerrar la guerra más sangrienta en Europa desde 1945 o de prolongarla con un nuevo parche.
Una cosa está clara el presidente ucraniano no piensa repetir 2014 ni 1994. Y si Zelenski logra que la paz sea, esta vez, realmente duradera, lo sabremos dentro de unos años cuando los drones dejen de sobrevolar el cielo y las alertas antiaéreas se apaguen por fin en Kiev.








