El presidente de China, Xi Jinping, aprovechó la 25.ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para presentar una iniciativa de gobernanza global que, según sus palabras, busca construir un mundo más “justo y equitativo”. El planteamiento se enmarca en un momento de tensiones internacionales y reacomodos geopolíticos que han dado mayor protagonismo a foros regionales como la OCS.
De acuerdo con lo reseñado por la agencia EFE, Xi subrayó que desde su creación la OCS ha tenido como norte promover un orden político y económico internacional más democrático y racional. El mandatario aseguró que los mecanismos creados en el marco de la organización han permitido abrir espacios de cooperación regional y, a la vez, impulsar conceptos que hoy influyen en el debate sobre la gobernanza global.
La propuesta de Xi se apoya en cinco principios. El primero plantea la igualdad soberana entre los Estados, es decir, que sin importar tamaño o nivel económico, todos los países tengan la misma voz y los mismos beneficios en la toma de decisiones. El segundo defiende el respeto al derecho internacional y rechaza la imposición de normas de unos pocos sobre el resto. El tercero se centra en el multilateralismo, llamando a consultas amplias y coordinaciones conjuntas como antídoto frente al unilateralismo.
El cuarto principio apuesta por un enfoque centrado en las personas, donde las naciones no solo sean actores, sino también beneficiarias de un sistema de gobernanza más inclusivo. El quinto y último reclama medidas concretas y coordinadas que generen resultados tangibles, movilizando recursos a nivel global de forma más eficiente.
Analistas internacionales destacan que este tipo de propuestas buscan contrarrestar el peso de Occidente en la definición de reglas globales y fortalecer el rol de China en espacios multilaterales. La OCS, fundada en 2001, agrupa a países como Rusia, India, Pakistán y varias naciones de Asia Central, y se ha convertido en una plataforma clave para equilibrar intereses frente a Estados Unidos y Europa.
Más allá de las declaraciones, el reto para Pekín será traducir estos principios en acciones visibles. En un escenario marcado por la rivalidad entre potencias, el éxito de la propuesta dependerá de la capacidad de China para convencer a sus socios de que este modelo de gobernanza puede generar beneficios concretos y no quedar solo en un discurso diplomático.