Las fuerzas armadas de Rusia intensificaron sus operaciones contra objetivos estratégicos en Ucrania durante la noche del martes al miércoles, con impactos dirigidos a infraestructura ferroviaria y centros de almacenamiento y lanzamiento de drones de largo alcance, según reportó el Ministerio de Defensa ruso.
De acuerdo con informaciones difundidas por BBC, Moscú aseguró que las acciones dejaron un saldo de alrededor de 1,500 militares ucranianos caídos, además de la destrucción de un tanque y 14 vehículos blindados de combate. En paralelo, la defensa antiaérea rusa reportó el derribo de 357 drones ucranianos en diferentes regiones de su territorio, un número inusualmente alto que refleja la intensidad de los ataques aéreos en esta fase de la guerra.
El Kremlin ya había advertido a inicios de semana sobre nuevos ataques contra la infraestructura ucraniana, lo que coincide con un momento que describe como “crítico” para las fuerzas de Kiev. El propio presidente ruso, Vladímir Putin, declaró a principios de septiembre que las reservas de las Fuerzas Armadas de Ucrania estaban dotadas en menos de un 50 %, una cifra que, en su visión, compromete la capacidad de respuesta del país frente a la ofensiva rusa.
Más allá de los reportes oficiales, analistas internacionales advierten que la guerra ha entrado en una fase de desgaste en la que la logística juega un papel tan decisivo como el frente de combate. La infraestructura ferroviaria, por ejemplo, es clave para el transporte de suministros, equipos y tropas, por lo que los ataques a este tipo de objetivos buscan debilitar la resistencia ucraniana a mediano plazo.
Aunque los reportes de bajas y derribos provienen exclusivamente de fuentes rusas y no pueden verificarse de manera independiente, la escalada evidencia la continuidad de un conflicto que, tras más de dos años, sigue redefiniendo las dinámicas de seguridad en Europa del Este.