El clima de incertidumbre vuelve a sentirse con fuerza entre quienes aún permanecen en Venezuela. La tensión política y la fragilidad institucional han creado una atmósfera que muchos perciben como inestable, especialmente para ciudadanos extranjeros que dependen de servicios consulares para movilizarse con seguridad.
Según EFE, la embajada estadounidense advirtió que el país continúa clasificado en el Nivel 4 de riesgo, la categoría más severa del Departamento de Estado, reservada para destinos donde viajar resulta sumamente peligroso. La misión diplomática insistió en que los ciudadanos estadounidenses y residentes permanentes legales deben abandonar el territorio venezolano sin demora ante el deterioro acelerado de las condiciones internas.
El aviso destaca un entorno cada vez más hostil, marcado por denuncias de detenciones arbitrarias, maltratos bajo custodia, secuestros y episodios vinculados al terrorismo. A esto se suma un sistema judicial impredecible, niveles de criminalidad que superan el promedio regional y un cuadro de protestas y disturbios que puede cambiar sin previo aviso.
La precariedad del sistema de salud también figura entre los motivos de alerta. Organizaciones como Human Rights Watch han señalado durante el último año que los hospitales públicos enfrentan escasez crítica de insumos, limitaciones en servicios esenciales y fallas eléctricas frecuentes que comprometen la atención médica, un aspecto especialmente preocupante para viajeros o residentes temporales.
El Departamento de Estado mantiene desde hace varios años su advertencia de máximo nivel sobre Venezuela, pero esta nueva comunicación subraya la necesidad de tomar decisiones rápidas. Para quienes aún permanezcan en el país, la recomendación es utilizar las rutas comerciales disponibles mientras continúen operativas, dado que la situación podría variar con poca anticipación.
La advertencia llega en un momento en que organismos multilaterales y analistas internacionales coinciden en que el clima político venezolano atraviesa un proceso de mayor tensión, acompañado de señales de inestabilidad que complican la movilidad y la vida diaria de residentes y visitantes. Aunque algunos sectores esperan una eventual mejora, los indicadores actuales dibujan un panorama que obliga a actuar con prudencia.








