Haití se ve en aprietos nuevamente. La nación caribeña, con una economía golpeada tras varios años de inestabilidad, lucha por sostener su sector textil, clave para miles de familias que dependen de la confección de ropa y otros productos destinados, sobre todo, al mercado norteamericano.
Tal como reporta EFE, la reciente disposición del Gobierno de Estados Unidos de imponer un arancel del 10 % a las importaciones provenientes de varios países latinoamericanos y caribeños pondría en jaque a la industria textil haitiana. El país depende de programas como HOPE (Haitian Hemispheric Opportunity through Partnership Encouragement) y HELP (Haitian Economic Lift Program), diseñados para ofrecer condiciones comerciales favorables a la exportación de textiles hacia territorio estadounidense.
El peso de esta medida va más allá de las fábricas. De acuerdo con el Banco Mundial, más del 60 % de la población haitiana sobrevive por debajo del umbral de pobreza, y los sueldos provenientes del sector textil representan, en muchos casos, la única entrada económica estable para las familias. El Ministerio de Economía de Haití ha expresado preocupación, sobre todo porque la tasa de inflación todavía ronda niveles que dificultan la compra de bienes básicos, y el PIB arrastra una caída que no da tregua desde hace varios años.
Varios observadores temen un efecto dominó. Al disminuir la producción textil, los salarios caerían, afectando al comercio local y perjudicando a negocios pequeños que ya sufren la volatilidad del mercado. Organismos como el Fondo Monetario Internacional han subrayado la necesidad de reformas profundas y un entorno seguro para la inversión extranjera, mientras el país continúa intentando reponerse de crisis políticas y el avance de grupos armados que han extendido su control en diversas regiones.
Líderes comunitarios, estudiantes y trabajadores se mantienen en las calles exigiendo estabilidad. Los reclamos van desde la urgencia de controlar la violencia hasta la demanda de oportunidades laborales. Muchos haitianos temen que esos nuevos aranceles terminen de empujar a la deriva a un país que ya camina sobre terreno incierto. Analistas coinciden en que, sin una respuesta coordinada a escala internacional, el futuro de la industria textil y la seguridad alimentaria se verán seriamente comprometidos.