Lo que debía ser un espacio de tranquilidad para quienes buscan atención médica terminó convertido en escenario de pánico en el hospital Marcelino Vélez Santana. Pacientes que aguardaban en la sala de espera fueron sorprendidos por varios hombres armados que, sin contemplaciones, los despojaron de sus pertenencias, dejando tras de sí un ambiente de miedo y confusión.
Tal como se conoció a través de las denuncias de los propios afectados, el hecho ha encendido la indignación pública, pues un hospital simboliza protección y auxilio, no vulnerabilidad. El episodio evidencia la fragilidad de los controles de seguridad en los centros de salud del país, una situación que, de acuerdo con quienes estuvieron presentes, pone en riesgo tanto a pacientes como a familiares.
El reclamo no es nuevo. En los últimos años, distintas asociaciones de médicos y usuarios han insistido en la necesidad de fortalecer la vigilancia en hospitales públicos, no solo para garantizar la tranquilidad de quienes acuden por motivos de salud, sino también para proteger al personal sanitario que labora en condiciones ya de por sí complejas. Experiencias similares en otros centros han demostrado que la falta de guardias permanentes facilita que grupos delictivos aprovechen la vulnerabilidad del entorno hospitalario.
Tras lo ocurrido, las voces ciudadanas exigen respuestas más allá de las promesas. Los pacientes esperan que este episodio no quede en el olvido ni en simples titulares, sino que sea un punto de partida para implementar protocolos de seguridad sólidos que devuelvan la confianza en los hospitales como espacios de protección y cuidado.








