Puerto Rico vive una nueva oleada de violencia que ha estremecido a la población. En menos de 12 horas, siete personas perdieron la vida en distintos puntos de la isla, confirmando un repunte preocupante en los crímenes violentos de 2025.
Según reportó la agencia EFE, tres hombres fueron encontrados sin vida frente a la iglesia Nueva Cosecha, en Carolina, al norte del país. Los cuerpos, hallados desnudos sobre el pavimento, presentaban múltiples heridas de bala. Este hecho se convirtió en la sexta masacre ocurrida en lo que va de año, una cifra que mantiene en alerta a las autoridades locales.
Los investigadores todavía intentan establecer las causas del crimen y si las víctimas tenían algún vínculo entre sí. Las autoridades indicaron que no se descarta que el ataque esté relacionado con el narcotráfico o disputas entre organizaciones criminales, una hipótesis frecuente en este tipo de casos.
La violencia no se limitó a Carolina. En el sur del país, en Ponce, un tiroteo en el estacionamiento de la Iglesia Cristiana Círculo de Oración cobró la vida de un adolescente de 16 años y dejó gravemente herido a otro de 17. Ambos participaban en una actividad religiosa cuando fueron sorprendidos por los disparos.
Mientras tanto, en San Juan, tres hombres murieron en distintos hechos: dos fueron encontrados desnudos y golpeados en el sector de Santurce, y otro falleció tras recibir varias puñaladas en el barrio Obrero.
De acuerdo con el informe más reciente de la Policía de Puerto Rico, publicado el pasado domingo, 337 asesinatos se habían registrado en lo que va de 2025. Con una población de apenas 3,2 millones de habitantes, la tasa de homicidios coloca al país entre los más violentos del Caribe.
Expertos en seguridad advierten que la violencia en la isla responde a una mezcla de factores: pobreza, desempleo juvenil, debilidad institucional y la expansión de redes criminales transnacionales. En los últimos meses, el gobierno ha reforzado los operativos en zonas críticas, pero los resultados aún no logran contener el aumento de los asesinatos.
La población, cansada de la inseguridad, exige acciones más firmes y sostenidas. En las iglesias, comunidades y redes sociales se multiplican los llamados a la paz, en un país que parece acostumbrarse a vivir entre sirenas y cintas amarillas.