La cancillería brasileña madrugó este lunes con un mensaje directo para Washington: “reconsideren esa pesquisa y conversemos”. El reclamo llega apenas un mes después de que la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. (USTR) activara la temida Sección 301 herramienta que permite tomar represalias unilaterales contra supuestas “prácticas desleales” de Brasil en materia de comercio digital, tarifas y propiedad intelectual.
Según la agencia Efe, el informe de 91 páginas remitido a la USTR sostiene que las políticas cuestionadas son “transparentes, no discriminatorias y plenamente compatibles con las reglas de la OMC”. Brasil deja claro, además, que participa “en espíritu de diálogo” y que su respuesta no implica aceptar la jurisdicción del procedimiento.
El timing no es casual. El presidente Donald Trump acaba de imponer un arancel extra de 50 % sobre varios bienes brasileños, medida que en Brasilia se lee como presión política en medio del juicio por golpismo que encara Jair Bolsonaro y cuya fase decisiva arranca el 2 de septiembre. Analistas en São Paulo advierten que, de ampliarse la lista arancelaria, la cadena de autopartes y la agroindustria ambas con fuerte peso en el Nordeste pueden recibir el primer impacto.
Las cifras juegan a favor de la tesis brasileña. De acuerdo con datos oficiales de la USTR, el intercambio de bienes cerró 2024 con un superávit de US$ 6.800 millones para Estados Unidos; las exportaciones estadounidenses crecieron 10 % y superaron los US$ 49.000 millones, mientras que las importaciones desde Brasil quedaron en US$ 42.300 millones.
Pese a eso, Washington acusa al sistema de pagos instantáneos Pix de dar ventajas indebidas a firmas locales y apunta también a presuntas «tarifas preferenciales encubiertas» en el etanol. Brasil responde que Pix es un esquema abierto y regulado por su banco central tanto así que Visa y Mastercard ya operan sobre el riel brasileño y recuerda que el propio Fondo Monetario elogia el modelo como caso de inclusión financiera.
El choque también revive un viejo debate: la validez de la Sección 301 frente al sistema multilateral de la OMC. Brasil recalca que el artículo norteamericano choca con el mecanismo de solución de controversias de Ginebra y, en un movimiento espejo, sopesa pedir consultas formales si la Casa Blanca mantiene el pulso.
Más allá de la retórica, fuentes diplomáticas señalan que los equipos técnicos de ambos países han seguido en contacto discreto. Un alto funcionario brasileño deslizó que, si Washington congela la ronda de aranceles, Brasil está dispuesto a “ajustar protocolos” sobre datos transfronterizos y reforzar la cooperación anticorrupción dos puntos clave para las empresas estadounidenses de tecnología y energía.
En el tablero geopolítico, ningún jugador quiere abrir otro frente comercial cuando la desaceleración china ya presiona los precios de la soya y del mineral de hierro, pilares de la balanza brasileña. En privado, ejecutivos de la Cámara de Comercio de EE.UU. temen que el pulso escale justo cuando se negocia la entrada de Amazon Web Services y Google Cloud a nuevos data centers en el sureste sudamericano.
Queda por ver si la presión política cede y prevalece el pragmatismo económico. Por lo pronto, Brasil apuesta a que las cifras y el riesgo de encarecer insumos para la industria estadounidense convencerán a la Casa Blanca de guardar la Sección 301 en un cajón antes de que la primera gran sanción entre oficialmente en vigor.








