Quien ha pillado una boleta ‘online’ pa’ ver a Bad Bunny sabe que el corazón se acelera más por el carrito de pago que por los mismos coros de “Tití me preguntó”. Ese susto colectivo llegó al Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, que acaba de abrir una investigación formal sobre los cargos extra que la plataforma Ticketmaster aplicó en la venta de entradas para los shows del Conejo Malo en Barcelona y Madrid en 2026.
Según destaca la agencia EFE, la inspección nace de varias denuncias de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que acusa a la ticketera de inflar el precio con “comisiones de servicio” y “gastos de gestión” que solo aparecen cuando el fan ya está a punto de meter la tarjeta.
¿Cuánto suben realmente esas comisiones?
La OCU calcula que las entradas sufren un cargo fijo de 2 euros más otro variable de hasta 13 % del valor del boleto, cifras que se camuflan tras enlaces minúsculos o ventanas emergentes.En números dominicanos: si una entrada costara 100 euros, terminarías pagando hasta 115 euros sin haber mejorado tu asiento ni un chin.
Estas prácticas chocan con la Directiva 2011/83/UE de derechos del consumidor, que prohíbe los costos adicionales no transparentados antes de la compra y obliga a informar claro y sin letras pequeñas. Desde 2019, una enmienda refuerza la norma y exige más transparencia en los marketplaces digitales.
Un déjà vu en los tribunales
No es la primera vez que Ticketmaster se sienta en el banquillo por este tema: en 2024 la misma OCU ya la había señalado por trasladar los gastos de gestión al comprador en vez del vendedor, una jugada que, según la organización, vulnera la legislación española de comercio electrónico. El expediente sigue abierto y ahora incorpora la nueva oleada de quejas centradas en los conciertos de Bad Bunny.
En otros países la historia es parecida. El regulador británico investigó a la compañía en 2019 por cargos similares y la obligó a reforzar la visibilidad de sus tarifas; en EE. UU. el Senado citó a su matriz Live Nation para explicar los llamados “junk fees” tras la avalancha de denuncias en la gira de Taylor Swift. El denominador común fans molestos, precios inflados y una abuela sin boleta porque el total se disparó en el último clic.
¿Por qué importa tanto esta pesquisa?
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Precedente legal: Si Consumo concluye que los recargos son abusivos, podría imponer multas millonarias y forzar a la empresa a devolver parte del dinero a los compradores.
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Mercado único digital: España serviría de caso piloto en la UE para frenar las “cuotas sorpresa” en espectáculos masivos, justo cuando Bruselas discute endurecer las sanciones por opacidad tarifaria.
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Confianza del consumidor: Cuando la peña siente que la plataforma le juega sucio, la industria entera sufre. Ya no basta con abrir más fechas o prometer “venta anticolapsos”; la transparencia es el nuevo boleto VIP.
¿Qué pueden hacer los fans mientras?
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Guardar capturas de cada pantalla del proceso de compra para probar los cambios de precio.
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Reclamar por escrito a la ticketera y, si no responde, acudir a la OCU o a la red europea de centros de consumidores (ECC-Net).
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Pagar con tarjeta de crédito en vez de débito el banco puede retroceder el cargo si demuestras una práctica abusiva.
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Comparar canales: a veces el promotor ofrece una preventa directa sin comisiones, o los puntos físicos mantienen el precio original.
Reflexión de pasillo: En plena era del streaming, un concierto sigue siendo la gran liturgia colectiva que muchos no quieren perderse. Pero si la taquilla ‘online’ se vuelve un laberinto de sobrecargos, el sueño de cantar “Yo perreo sola” en vivo acaba en “Yo pagué de más”. El fan merece transparencia del primer clic al “compra confirmada”.
La pelota está en la cancha de Consumo. Si el Ministerio dicta sanción, marcará un antes y un después para la venta de entradas en España y, de rebote, en toda la Unión Europea. Mientras tanto, toca estar alerta la próxima vez que vayas a comprar tu boleta, revisa el total dos veces y que el reguetón no te salga más caro que el pasaje a Madrid.