Rompió el hielo el “Big Papi”. Con su estilo directo y sin mucha vuelta, David Ortiz valoró el traspaso que mandó a Rafael Devers de los Medias Rojas a los Gigantes de San Francisco y dejó claro que, en las Grandes Ligas, nadie está por encima del juego.
El movimiento sacudió el mercado el 16 de junio Boston recibió al zurdo Kyle Harrison, al cerrador Jordan Hicks y a dos prospectos de alto perfil, mientras que San Francisco absorbió los nueve años y US$ 250 millones que le quedaban al pacto de Devers, firmado en 2023 por US$ 313.5 millones.
Ortiz, entrevistado por el periodista dominicano Yancen Pujols, admitió que la noticia lo agarró “desprevenido” y la usó de ejemplo para los jóvenes: “No hay jugador más grande que la pelota; si el ego estorba, el equipo toma decisiones”. También subrayó que la madurez y el manejo profesional influyen tanto como los batazos.
Detrás del cambio pesaron varios factores. Reportes de prensa coinciden en que la relación entre Devers y la directiva se tensó desde que el club quiso moverlo de la antesala: primero al rol de bateador designado y luego a la inicial, algo que el dominicano no aceptó. Sumado al pobre arranque de los Medias Rojas, la gerencia optó por aliviar nómina y rearmar su rotación con brazos jóvenes.
Para los Gigantes, la llegada de un bate zurdo de poder era prioridad. El presidente de operaciones Buster Posey elogió la capacidad de Devers para “cambiar un inning con un swing” y confía en que el Oracle Park, pese a sus dimensiones, no apagará su OPS de .905 en 2025. El plan es colocarlo detrás de Jung Hoo Lee y antes de Jorge Soler, buscando balancear la alineación.
Aunque la transacción luce arriesgada sobrepasa los US$ 300 millones en salario y carga tributaria San Francisco ha demostrado antes que la inversión en un slugger puede rendir (pregúntenle a Barry Bonds). Si Devers supera las dudas defensivas y modera el ego que mencionó Ortiz, podría convertirse en la nueva cara de la franquicia hasta bien entrados los 30 años.
Más allá del ruido mediático, el mensaje que deja “Big Papi” resuena en todo el club-house: los contratos millonarios ya no blindan a nadie. Desde el canje de Mookie Betts hasta la salida de Juan Soto de San Diego, la liga refuerza la idea de que el negocio manda, y el jugador que no se alinea puede terminar empacando sin aviso.
En resumen, Ortiz no critica el talento de Devers lo respeta pero le recuerda a la nueva generación que la grandeza en MLB se sustenta tanto en el swing como en la actitud. El juego sigue, los uniformes cambian y, al final, “los equipos son los que mandan”.