Un avance científico en Málaga ha revelado que una hormona presente en el organismo humano podría convertirse en una aliada decisiva contra el párkinson. Se trata del factor de crecimiento IGF-II, una proteína de la familia de la insulina, que ha demostrado un efecto protector frente al daño neuronal característico de esta enfermedad neurodegenerativa.
Según informó la agencia EFE, el hallazgo corresponde a un equipo del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) y la Universidad de Málaga. Los investigadores comprobaron en laboratorio que las neuronas expuestas a esta hormona resistieron mejor las agresiones que habitualmente las destruyen durante el desarrollo del párkinson.
Los resultados, publicados en la revista Journal of Advanced Research, apuntan a que el IGF-II podría servir no solo para aliviar los síntomas de la enfermedad, sino también para frenar su progresión. El equipo detalló que la hormona mejora la actividad de las mitocondrias las “pilas” que generan energía en la célula, protege el ADN activando mecanismos de reparación genética y ralentiza los procesos de autodestrucción neuronal.
Este grupo de especialistas lleva más de quince años investigando el papel del IGF-II en patologías neurológicas. En 2021 ya habían demostrado, en modelos animales, su capacidad para proteger el cerebro. Ahora, el reto será trasladar estos resultados a ensayos clínicos con pacientes, un paso clave para evaluar su seguridad y eficacia terapéutica.
El proyecto cuenta con la colaboración de la Universidad de Módena y Reggio Emilia, en Italia, y ha sido financiado por la Universidad de Málaga, el Ministerio de Ciencia de España y fondos europeos.
Más allá del hallazgo puntual, expertos en neurología destacan que este tipo de investigaciones amplían las posibilidades de diseñar tratamientos de nueva generación. En la actualidad, el párkinson afecta a más de diez millones de personas en el mundo y, aunque existen terapias para controlar temblores y rigidez, todavía no hay una cura que detenga el deterioro neuronal.
Con estudios como este, la comunidad científica abre una ventana de esperanza para mejorar la calidad de vida de quienes conviven con la enfermedad.








