El temblor de tierra que estremeció la región centro-norte de Birmania el viernes ha trastornado la rutina de miles de familias que tratan de encontrar refugio y asistencia en medio de los escombros. Autoridades locales enfrentan enormes dificultades para trasladar ayuda humanitaria a las zonas más remotas, mientras grupos de voluntarios se esfuerzan por brindar socorro a quienes siguen bajo los restos de viviendas y edificios.
Tal como reportó la agencia EFE, la junta militar birmana confirma un saldo inicial de 1.002 personas fallecidas, 2.376 heridas y al menos 30 en calidad de desaparecidas. Estas cifras se dieron a conocer a través de un comunicado oficial del servicio nacional de radio y televisión (MRTV), y podrían aumentar conforme las brigadas de rescate accedan a comunidades alejadas, muchas de ellas prácticamente incomunicadas desde el inicio de la crisis.
El régimen militar, que tomó el control del país en 2021, ha centralizado las labores de asistencia y comunicación, lo que para algunos organismos internacionales crea obstáculos a la transparencia de la información. Aun así, distintos medios independientes en Asia han alertado sobre la escasez de hospitales habilitados y la angustia de familias que corren de un lugar a otro buscando atención de emergencia. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), es urgente desplegar más equipos de socorro y garantizar rutas seguras para el transporte de suministros médicos y alimentos.
Este tipo de eventos sísmicos, cada vez más frecuentes en la región, motivan discusiones sobre la infraestructura deficiente y la necesidad de mayor inversión en prevención. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) había advertido en informes pasados que Birmania se encuentra en una zona de alta actividad tectónica, donde cualquier movimiento telúrico tiene el potencial de generar consecuencias graves. Especialistas insisten en reforzar los protocolos de evacuación y educar a la población sobre cómo reaccionar ante emergencias de gran magnitud.
Muchos birmanos se han refugiado en instalaciones gubernamentales habilitadas como albergues temporales, mientras otros deciden no abandonar sus hogares por miedo a perder sus pertenencias. Diferentes comunidades han organizado colectas para adquirir bienes de primera necesidad, mientras las donaciones internacionales comienzan a fluir, aunque a un ritmo limitado por la inestabilidad política.
La incertidumbre se respira en calles y pueblos, pero la esperanza aflora en cada jornada de rescate. Personal de organizaciones de ayuda y brigadas ciudadanas se mantiene en vigilia, rastreando posibles sobrevivientes y ofreciendo una mano amiga a quienes lo han perdido casi todo. Se siente en el aire ese tesón humano que emerge cuando la naturaleza pone a prueba el temple de la gente.