Cada 1 de octubre el mundo dedica un espacio especial al café, una bebida que no solo despierta mañanas, sino también economías enteras. Desde su oficialización en 2015 por la Organización Internacional del Café (OIC), la fecha busca rendir homenaje a millones de productores y resaltar la necesidad de cadenas de suministro más justas y sostenibles.
El café es mucho más que un placer cotidiano: representa sustento para más de 25 millones de familias en más de 70 países productores, ubicados principalmente en América Latina, África y Asia. Brasil se mantiene como líder indiscutible, aportando cerca de un tercio del total mundial, seguido de naciones como Vietnam, Colombia y Etiopía.
A diario, se estima que en el planeta se consumen más de 2 mil millones de tazas, una cifra que refleja la magnitud de este mercado global, donde Estados Unidos encabeza el consumo total, mientras que los países nórdicos mantienen los mayores índices per cápita. El auge del café de especialidad, con énfasis en la calidad de los granos, la trazabilidad y los métodos artesanales de preparación, ha transformado la cultura cafetera, acercándola más a una experiencia sensorial que a un simple hábito.
En República Dominicana, aunque el volumen de producción no alcanza a los gigantes del sector, el café sigue siendo un símbolo cultural y agrícola de peso. Variedades como el café de Valdesia o de Jarabacoa han logrado reconocimiento internacional, aportando identidad y oportunidades en zonas rurales.
Más allá de su sabor y aroma, la conmemoración del Día Internacional del Café invita a reflexionar sobre los retos que enfrenta la industria: el cambio climático que amenaza las cosechas, la volatilidad de los precios internacionales y la urgencia de apoyar a los pequeños agricultores que sostienen la base de la cadena.
Curiosidades no faltan. En Japón existe un spa donde los visitantes pueden sumergirse en piscinas de café, mientras en Francia algunas cafeterías cobran más caro si no se saluda o se pide “por favor”. Pero más allá de las anécdotas, la verdadera esencia del café está en su capacidad de unir a comunidades, inspirar encuentros y mantener vivo un legado que trasciende fronteras.
El 1 de octubre no se celebra solo una bebida, sino un esfuerzo global que conecta campo y ciudad, tradición e innovación, cultura y economía. Y cada taza, al final, cuenta una historia.