La publicación de un paquete legal en Cuba volvió a mover el tablero económico de la isla, donde el uso de divisas ya venía imponiéndose en la cotidianidad de millones de personas. Con las nuevas reglas, el Gobierno abre de manera formal la puerta a operaciones en monedas extranjeras entre empresas y otros actores económicos, un giro que confirma la magnitud de la crisis y la urgencia de buscar aire en mercados más estables.
En el segundo párrafo, integro la fuente como exige el protocolo: según la agencia EFE, estas regulaciones llegan en un contexto donde la dolarización práctica lleva años avanzando ante el desplome del peso cubano y la inflación persistente.
Las disposiciones, publicadas en la Gaceta Oficial, abarcan tanto a entidades estatales como a actores privados institucionales, estableciendo un marco para gestionar, controlar y asignar divisas bajo el concepto de Capacidad de Acceso a la Divisa (ACAD). La idea central es ordenar un escenario que se había vuelto difuso, con operaciones en dólares y euros que crecían sin un respaldo normativo claro. Esta estructura, según funcionarios del propio Ejecutivo, busca priorizar exportaciones, producciones vinculadas a ellas y actividades que ayuden a reducir la dependencia de importaciones, que hoy representan cerca del 80 % de lo que consume el país.
El Ministerio de Economía y Planificación asumirá la responsabilidad de autorizar qué transacciones en divisas podrán realizarse. Esto coloca al Estado en una posición de árbitro absoluto del flujo de monedas fuertes dentro de la economía, reforzando un sistema ya altamente centralizado. De hecho, el esquema incluye retenciones estatales del 20 % sobre ingresos en divisas provenientes de operaciones específicas, como ventas a través de tarjetas internacionales o transacciones vinculadas a inversiones extranjeras.
A pesar de las reiteradas referencias al tipo de cambio, las nuevas normas no fijan una tasa actualizada, aunque el Gobierno había prometido revisarla este año. Ese vacío resulta particularmente sensible cuando la distancia entre el tipo oficial y el informal se ha convertido en un abismo mientras las entidades jurídicas operan con 24 pesos por dólar y la población general con 120, en la calle el billete verde ronda los 440 pesos, según cifras del medio independiente El Toque, punto de referencia habitual entre cubanos.
Las disposiciones también reactivan una puerta que se había cerrado con la Tarea Ordenamiento en 2021, un intento fallido de reforma que terminó provocando más distorsiones que soluciones. Con el tiempo, la reforma presionó el déficit fiscal, aceleró el alza de precios, debilitó el sistema bancario y generó el caldo de cultivo para un mercado cambiario informal que funciona hoy como la brújula real de la economía doméstica.
Mientras tanto, la población y las empresas continúan atrapadas en un escenario que se asemeja a un “corralito” no declarado. Desde el año pasado, las autoridades restringen las extracciones de efectivo, y este año comunicaron a compañías extranjeras y embajadas que no podrán disponer libremente de sus depósitos en divisas. La banca, completamente estatal, opera bajo tensiones que reflejan la falta de liquidez del país y la dificultad de garantizar operaciones básicas.
Todo esto ocurre en un contexto de contracción económica el PIB de Cuba se ha reducido alrededor de un 11 % en los últimos cinco años. La dolarización parcial que comenzó con la creación de tiendas que solo aceptan divisas y pagos administrativos en monedas fuertes se ha convertido en una válvula de escape para el Estado, pero también en una fuente de desigualdad creciente para la población, donde solo quienes reciben remesas o tienen acceso a divisas pueden sortear los precios del mercado.
Con estas nuevas normativas, el Gobierno intenta regular un fenómeno que dejó de ser excepcional para convertirse en regla. Aun así, al no establecer plazos concretos para volver al peso como única moneda de curso legal, el mensaje implícito es que la dolarización llegó para quedarse mientras la economía cubana no logre estabilizar sus fundamentos.
