Fiyi, un pequeño archipiélago del Pacífico Sur con menos de un millón de habitantes, atraviesa la epidemia de VIH de crecimiento más acelerado en su historia reciente. Solo en 2024 se registraron 1.583 nuevos casos, una cifra que las autoridades califican como alarmante por su velocidad de propagación y el impacto social que comienza a generar en el país.
Según informó la agencia EFE, el viceministro de Salud y Servicios Médicos, Penioni Ravunawa, explicó que el número de contagios se ha multiplicado por trece en comparación con el promedio de los últimos cinco años. “En apenas cinco meses se han confirmado más de 800 nuevos casos”, declaró el funcionario, calificando la situación como una “crisis nacional que no cede”.
Drogas, prácticas de riesgo y una peligrosa tendencia: el ‘bluetoothing’
Expertos locales señalan que el auge del consumo de drogas y el uso compartido de agujas han alimentado la expansión del virus. En particular, preocupa una práctica conocida como bluetoothing o hotspotting, en la que consumidores de drogas intravenosas se inyectan sangre entre sí después de una dosis, multiplicando el riesgo de contagio.
“No solo comparten agujas, también comparten sangre”, advirtió Kalesi Volatabu, directora ejecutiva de la ONG Drug Free Fiyi.
A esta práctica se suma el fenómeno del chemsex, que combina consumo de drogas con actividad sexual sin protección, y que se ha vuelto frecuente entre jóvenes urbanos.
Un país convertido en punto clave del tráfico de metanfetamina
Durante los últimos quince años, Fiyi se ha transformado en un centro de tránsito importante para la metanfetamina cristalina. Su ubicación geográfica entre Asia Oriental uno de los mayores productores de drogas sintéticas y los mercados de Australia y Nueva Zelanda, con alto poder adquisitivo, ha convertido al país en una ruta ideal para el narcotráfico. Este contexto ha generado una mayor disponibilidad local de drogas y un incremento del consumo interno.
Cifras que preocupan: 48 % por agujas, 47 % por transmisión sexual
De acuerdo con los datos oficiales más recientes, el 48 % de los casos de VIH en Fiyi están vinculados al consumo de drogas inyectables, mientras que el 47 % corresponden a transmisión sexual. El resto de los casos se debe a transmisión maternoinfantil, durante el embarazo o el parto.
El crecimiento de la epidemia es particularmente grave si se compara con los registros históricos: en 2014, el país tenía menos de 500 personas viviendo con VIH, según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA). Diez años después, esa cifra se elevó a casi 6.000.
Una respuesta nacional urgente
Organizaciones comunitarias y grupos de apoyo, como la Red de Sobrevivientes de Fiyi, advierten que el país necesita con urgencia políticas de prevención más amplias, educación sexual temprana y programas de reducción de daños.
Sesenieli Naitala, fundadora de la red, mencionó que la persona más joven con VIH que ha conocido tenía apenas 10 años, un dato que refleja la magnitud del problema.
Mientras tanto, las autoridades sanitarias mantienen campañas de concienciación y ampliación de pruebas rápidas, pero reconocen que el cambio cultural y la lucha contra el estigma serán tan decisivos como los esfuerzos médicos.








