Un joven de 24 años obtuvo una compensación de 35.000 euros después de que un diagnóstico equivocado acabara con la extirpación de su testículo derecho. La situación tomó forma cuando, hace algún tiempo, se presentó en un centro de salud en Galicia con dolor agudo en la zona íntima. Aquello, en un principio, no despertó mayores alertas y le recetaron antiinflamatorios para seguir en casa. Pasaron varios días hasta que el panorama empeoró de manera fulminante, cerrando la puerta a cualquier posibilidad de salvar el órgano.
Tal como resalta EFE, el Tribunal Superior de Justicia de Galicia ratificó el fallo a favor del joven, destacando que en su primera visita médica no se le practicó una prueba ecográfica esencial para confirmar o descartar una torsión testicular. Esta decisión judicial tomó en cuenta la “pérdida de oportunidad terapéutica”: se concluyó que si el examen se hubiera realizado de inmediato, las probabilidades de preservar el testículo habrían sido mucho más altas.
En 2019, la Sociedad Española de Urología recalcó en un boletín informativo que la torsión testicular es una emergencia que no deja lugar a dudas: el tiempo es oro para prevenir daños irreversibles. A su vez, estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) coinciden en que el diagnóstico tardío de este tipo de lesiones continúa siendo un reto para los profesionales sanitarios, especialmente cuando los síntomas iniciales no se manifiestan con claridad o son atribuibles a otras dolencias.
Los magistrados gallegos, en una sentencia que aún podría ser recurrida ante instancias superiores, subrayaron las dificultades que implica enfrentar estos casos si no se efectúa un examen profundo desde el primer momento. Aunque el sistema sanitario de España suele ser considerado entre los más completos de Europa, episodios como este reavivan el debate sobre la urgencia de procedimientos diagnósticos adecuados y la cautela que deben emplear los galenos.
Los afectados por situaciones similares suelen buscar justicia para sentar precedentes y concienciar a la población sobre los riesgos de subestimar molestias físicas que, a simple vista, lucen pasajeras. En el ambiente legal, este fallo provoca nuevas discusiones acerca de la responsabilidad profesional y los pasos que se deben seguir para dar un trato oportuno a quienes llegan a las consultas con síntomas que podrían desembocar en daños irreparables.