La cifra de víctimas mortales en la guerra relámpago entre Irán e Israel sigue en ascenso. El director de la Fundación de Mártires y Veteranos iraní, Saeed Ohadi, confirmó anoche que ya se han enterrado 1,060 personas y advirtió que el conteo podría llegar a 1,100 por la gravedad de muchos heridos.
Según la agencia EFE, Ohadi matizó que las nuevas inhumaciones corresponden a civiles y personal militar dispersos en más de veinte provincias, muchos de ellos muertos lejos de los primeros bombardeos israelíes sobre instalaciones nucleares. El funcionario insistió en que la mayoría de los decesos ocurrieron entre el 15 y el 18 de junio, justo cuando la aviación israelí intensificó los ataques sobre Isfahán y Natanz.
Organizaciones independientes cuestionan los datos oficiales. El colectivo de derechos humanos HRANA, con sede en Washington, habla de 1,190 fallecidos y 4,475 heridos, y subraya que al menos 436 víctimas eran civiles incluidos 65 niños, una disparidad que reaviva el debate sobre la transparencia del Gobierno iraní.
Del lado israelí, el servicio nacional de emergencias situó sus pérdidas en 28 muertos tras la andanada de misiles balísticos y drones lanzados por Teherán; allí el sistema antiaéreo Cúpula de Hierro evitó un saldo más alto, aunque varias infraestructuras en Tel Aviv y Haifa quedaron dañadas.
El alto el fuego gestionado directamente por la Casa Blanca y anunciado por el presidente Donald Trump el 24 de junio puso fin, al menos sobre el papel, a doce días de hostilidades. No obstante, analistas advierten que la tregua se sostiene en acuerdos verbales sin garantías de verificación internacional.
La Oficina de Derechos Humanos de la ONU instó a ambos países a permitir la entrada de observadores y facilitar corredores humanitarios, recordando que más de un millón de iraníes han tenido que desplazarse dentro del país por temor a nuevos ataques.
En los mercados, la escalada bélica llegó a empujar el Brent por encima de los 76 dólares el barril, aunque la pausa militar borró parte de la prima de riesgo el crudo retrocedió un 7 % en menos de 48 horas, reflejando el diagnóstico de los traders de que la contienda sería breve y localizada.
Más allá del pulso militar, la confrontación dejó en evidencia la fragilidad del sistema de seguridad regional y la influencia menguante de los choques en el Golfo sobre los precios energéticos. Con la capacidad de refinado global hoy más diversificada y la demanda aún tibia, los mercados reaccionan con picos cada vez más efímeros.
Si la tregua se consolida, la prioridad inmediata para Teherán será atender a miles de heridos graves y reconstruir al menos parcialmente su dañada infraestructura nuclear; Israel, por su parte, apuesta a que la presión combinada de sanciones y diplomacia limite la capacidad iraní de rearmarse a corto plazo. De lo contrario, las advertencias de la ONU y de organizaciones civiles podrían quedarse cortas ante una posible reedición del conflicto en cuestión de meses.
