La costa oriental de Cuba aún intenta levantarse tras el paso del huracán Melissa, una tormenta que golpeó con fuerza inusual y dejó a su paso un rastro de destrucción. Miles de familias perdieron sus hogares y buena parte de las provincias más afectadas permanecen bajo condiciones difíciles, con comunidades enteras sin electricidad y centros de acogida repletos.
Según datos difundidos por la agencia EFE, el Consejo de Defensa Nacional informó que al menos 45.282 viviendas resultaron dañadas y unas 120.000 personas continúan evacuadas entre albergues y casas de familiares. Granma, una de las provincias más afectadas, sufre especialmente las consecuencias de las crecidas del río Cauto, que anegaron zonas rurales enteras antes de comenzar a retroceder.
En medio de la devastación, la buena noticia es que no se reportan víctimas mortales en Cuba, a diferencia de los graves saldos humanos registrados en Jamaica, Haití y Bahamas. Sin embargo, los daños materiales son enormes: más de 1.500 escuelas resultaron afectadas y al menos 461 centros de salud quedaron parcial o totalmente destruidos. Muchas aulas, además, se han convertido en refugios temporales, lo que complica el regreso a clases. La ministra de Educación, Naima Ariatne Trujillo, reconoció que el retorno será desigual “según las condiciones y alternativas de cada territorio”.
El sistema eléctrico avanza lentamente hacia la normalidad. En Las Tunas, el 94,5 % de los usuarios ya cuenta con servicio, mientras que en Holguín, Granma y Guantánamo la recuperación apenas alcanza entre el 40 y el 60 %, según el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy. Los equipos trabajan sin descanso para restablecer la red, especialmente en las zonas rurales donde los postes y tendidos quedaron destruidos por los vientos de hasta 200 km/h.
El impacto agrícola también es severo. Los primeros reportes cifran en 78.700 hectáreas las áreas dañadas, más de la mitad dedicadas al cultivo de plátano, uno de los productos básicos de la dieta cubana. La pérdida de cosechas y la afectación a la infraestructura rural auguran semanas difíciles para la seguridad alimentaria en el oriente del país.
Melissa cruzó la isla durante siete horas como un huracán de categoría 3, dejando acumulados de lluvia superiores a los 400 milímetros en algunos puntos. Los desbordamientos de ríos, los deslaves en zonas montañosas y la destrucción de caminos y puentes reflejan la magnitud de un fenómeno que, sin cobrar vidas, ha puesto a prueba la resistencia del pueblo cubano.
Mientras la emergencia cede paso a la recuperación, los esfuerzos se concentran en reconstruir viviendas, restablecer servicios y garantizar el abastecimiento básico. En cada comunidad, los cubanos enfrentan el desafío con la tenacidad que los ha caracterizado en otros desastres naturales. El nombre de Melissa quedará grabado en la memoria de la isla como otro de los grandes ciclones que probaron su fortaleza.








