Las comunidades educativas de varias escuelas de la provincia recibieron un impulso significativo con la puesta en marcha de nuevas cocinas y huertos escolares, una iniciativa que apunta a transformar la forma en que miles de estudiantes se alimentan y aprenden cada día. La combinación de infraestructura moderna y espacios de producción agrícola abre un abanico de oportunidades tanto para mejorar la nutrición como para enriquecer el proceso formativo dentro de los centros.
Según la Presidencia, la implementación de estas instalaciones forma parte de un esfuerzo articulado con el Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (INABIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cuyo trabajo conjunto ha permitido que este proyecto tome forma en seis escuelas de la zona, impactando directamente a más de 20,000 estudiantes, docentes y familias.
El director ejecutivo del INABIE, Adolfo Pérez, destacó durante el acto de apertura que estas cocinas no solo elevan la calidad y seguridad del servicio alimentario, sino que también fortalecen la participación comunitaria. Sus palabras resonaron entre los presentes, especialmente al subrayar que cada centro contará con herramientas que dignifican el trabajo del personal y garantizan menús más nutritivos. En paralelo, las áreas de cultivo permiten que los estudiantes descubran, de manera vivencial, cómo se producen los alimentos y por qué una dieta equilibrada influye en su salud y rendimiento escolar.
Diversas voces del sector público también celebraron la iniciativa. Representantes del Frente Parlamentario contra el Hambre, la FAO y el Ministerio de Agricultura coincidieron en que este modelo contribuye a robustecer la seguridad alimentaria y dinamizar la producción local. La articulación entre estas entidades refleja una tendencia que se observa en otros países de la región: programas de alimentación escolar enlazados con la agricultura familiar para promover sistemas alimentarios más resilientes.
El entusiasmo también se sintió entre las comunidades escolares. Directores y docentes de los centros beneficiados valoraron el proyecto como una oportunidad para elevar los estándares de higiene, eficiencia y aprendizaje. En entornos donde la infraestructura suele ser un desafío, disponer de cocinas adecuadas y huertos productivos representa un cambio palpable en el día a día.
La tecnología incorporada en las nuevas cocinas estufas industriales, áreas de higiene, sistemas de ventilación y equipos especializados busca reducir riesgos sanitarios y agilizar el proceso de preparación de alimentos. Esta tendencia sigue estándares internacionales promovidos por la FAO, que recomienda modernizar la infraestructura escolar como pilar para garantizar una alimentación digna y segura.
Los huertos, por su parte, actúan como un complemento pedagógico invaluable. Funcionan como espacios donde los estudiantes desarrollan competencias en agricultura sostenible y adoptan hábitos alimentarios más saludables. La evidencia recopilada en países como Brasil, México y Costa Rica muestra que estos proyectos incrementan la comprensión de los niños sobre el origen de los alimentos y fomentan prácticas de consumo responsable.
Rodrigo Castañeda, representante de la FAO en el país, subrayó que este modelo puede escalarse a nivel nacional, pues promueve comunidades educativas más resilientes ante cambios sociales, económicos y ambientales. La afirmación coincide con estudios recientes de la propia FAO, que destacan la importancia de integrar educación ambiental y nutricional en los sistemas educativos para fortalecer la seguridad alimentaria a largo plazo.
El acuerdo entre INABIE y la FAO ya ha permitido instalar 50 huertos y 36 cocinas en distintas provincias del país, lo que demuestra una ruta sostenida de expansión. Con esta nueva fase, el proyecto se prepara para llegar a más territorios priorizados, con la visión de construir un modelo nacional de cocinas seguras, huertos activos y educación nutricional integral.
Las perspectivas apuntan a un futuro donde cada centro educativo no solo sirva alimentos, sino que enseñe a producirlos, comprenderlos y valorarlos. Un paso relevante hacia una cultura alimentaria más consciente y hacia escuelas que formen ciudadanos con mayor compromiso con su salud y su entorno.








