El devastador fuego que la noche del domingo 13 de julio azotó la residencia de ancianos Gabriel House, en Fall River (Massachusetts), cobró la vida de nueve personas y dejó a más de una treintena de lesionados, entre ellos un residente en estado crítico, informaron las autoridades locales al amanecer del lunes 14. Según despachos de la agencia EFE, el jefe del Cuerpo de Bomberos, Jeffrey Bacon, precisó que cinco de sus hombres resultaron con heridas leves y ya fueron dados de alta.
Las llamas se propagaron con tal velocidad que alcanzaron las tres plantas del edificio antes de que el primer camión llegara a la escena. El siniestro obligó a evacuar a unos 70 residentes en su mayoría adultos mayores con movilidad limitada y escaló a cinco alarmas, movilizando refuerzos de poblados vecinos. Bacon describió el suceso como “una tragedia inconcebible” y confirmó que algunas víctimas murieron dentro de la estructura, mientras que otras sucumbieron camino al hospital.
¿Por qué ardió tan rápido un centro supuestamente protegido?
Aunque el origen exacto del fuego continúa bajo investigación conjunta de bomberos, Policía Estatal y la fiscalía del condado de Bristol, el caso vuelve a poner sobre la mesa la seguridad en los centros de cuidados prolongados. Desde 2013 todas las residencias que reciben fondos de Medicare o Medicaid deben contar con rociadores automáticos en todo el edificio, según la normativa federal del Centers for Medicare & Medicaid Services (CMS). Sin embargo, la ley permite prórrogas a instalaciones que estén en proceso de remodelación y, en la práctica, los estados difieren en la fiscalización.
Datos recientes de la National Fire Protection Association (NFPA) revelan que casi la mitad de los incendios en instalaciones sanitarias de EE. UU. ocurren en hogares de ancianos, pese a las mejoras derivadas de la obligatoriedad de los rociadores. Cuando el equipamiento falla o no existe, los residentes dependen de personal y protocolos de evacuación bien engranados; cualquier fisura, como puertas cortafuego bloqueadas o falta de entrenamiento, resulta letal en minutos.
Lecciones preliminares y próximos pasos
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Inspecciones y transparencia. Expertos piden revisar con lupa los registros de mantenimiento de Gabriel House y publicar las actas para que familias y comunidad conozcan el historial real de cumplimiento.
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Capacitación permanente. En períodos de alta rotación de personal la media en geriatría supera el 50 % anual en EE. UU. resulta crítico reforzar simulacros trimestrales y verificar que cada turno domine las rutas de escape.
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Tecnología al día. Sensores de humo conectados a sistemas de notificación masiva y puertas automáticas antiincendios pueden reducir dramáticamente la propagación, pero requieren inversión constante.
Las conclusiones oficiales demorarán semanas; no obstante, la fiscalía ya advirtió que se examinarán posibles violaciones al código de edificaciones y responsabilidades civiles. Mientras tanto, la ciudad de Fall River habilitó un centro de reunificación familiar y líneas de asistencia psicológica para sobrevivientes y allegados.
Impacto comunitario y memoria
Fall River, una urbe marcada por su pasado textil y una población envejecida por encima del promedio estatal, enfrenta ahora su peor tragedia en décadas. Vecinos han organizado vigilias y colectas para los afectados. “Perder a nueve abuelos en una sola noche nos golpea en la médula; debemos honrarlos cambiando las reglas que les fallaron”, expresó la concejala Linda Pereira durante una emotiva rueda de prensa.
El incendio de Gabriel House se suma a la estadística de siniestros múltiples que, según la NFPA, han repuntado ligeramente desde 2023 tras años de descenso sostenido. De confirmarse que el sistema de rociadores no funcionaba a pleno, el caso podría convertirse en un precedente federal para endurecer sanciones y cerrar lagunas reglamentarias. Por ahora, la prioridad sigue siendo esclarecer las causas, atender a los heridos y asegurar que cada familia reciba respuestas claras y oportunas.








