El reconocimiento internacional que acaba de obtener el Comité por la Libre Expresión (C-Libre) llega en un momento clave para Honduras, donde la defensa de la libertad de prensa sigue enfrentando riesgos que afectan directamente a quienes trabajan por mantener informada a la ciudadanía.
Según la agencia EFE, la organización fue distinguida con el Premio de Derechos Humanos Europa en su quinta edición, una decisión que subraya el impacto de más de dos décadas de trabajo a favor de un espacio democrático más robusto.
Durante la ceremonia en Tegucigalpa, su directora, Amada Ponce, habló con una franqueza que resonó entre diplomáticos, activistas y funcionarios presentes. Su llamado a fortalecer una valentía colectiva detonó reflexiones sobre el rol de cada sector en un país donde el ejercicio periodístico continúa siendo vulnerable. La mención a las mujeres periodistas, obligadas con frecuencia a elegir entre seguridad y oficio, dejó claro que las amenazas ya no se limitan a episodios aislados, sino a una dinámica que erosiona derechos fundamentales.
El reconocimiento también permitió revisar el recorrido de C-Libre desde su fundación en 2001. La organización ha contribuido a reformas que hoy parecen naturales, pero que en su momento enfrentaron resistencias profundas la eliminación del delito de desacato, la apertura de la información pública como principio democrático y la exigencia constante de un mecanismo de protección que responda a las realidades del terreno. Estas transformaciones han colocado a Honduras dentro de discusiones regionales que buscan armonizar los marcos locales con estándares interamericanos, especialmente en la Corte Interamericana de Derechos Humanos y relatorías de Naciones Unidas.
En su discurso, el embajador de la Unión Europea, Gonzalo Fournier, definió la libertad de expresión como “el latido de la democracia”, una expresión que caló entre asistentes porque conecta con la urgencia del momento hondureño. En un país donde los ecos de la desinformación se mezclan con avances tecnológicos que pueden distorsionar narrativas, hablar de ética en la comunicación se vuelve indispensable. La UE subrayó que el galardón no solo premia a una organización, sino a quienes, desde el periodismo y la comunicación comunitaria, sostienen la infraestructura moral de la vida democrática.
Honduras continúa enfrentando desafíos concentración mediática, presiones políticas, violencia contra periodistas y una cultura institucional que aún batalla para garantizar transparencia plena. Justo por eso, este premio funciona como recordatorio y como empuje. La comunidad internacional observa, pero también acompaña, ofreciendo apoyo para que las garantías fundamentales no se diluyan entre intereses particulares ni agendas coyunturales.
El gesto europeo llega, en definitiva, como un pulso de aliento para quienes defienden la palabra libre. Y como una invitación a que el país complete la ruta hacia una protección real de derechos que, lejos de ser abstractos, determinan la salud democrática de toda una sociedad.








