El Gobierno argentino abrió un nuevo capítulo en su relación con las Fuerzas Armadas tras la toma de juramento del teniente general Carlos Alberto Presti como ministro de Defensa, un hecho que rompe con una línea política sostenida desde el retorno de la democracia en 1983.
Según informó la agencia EFE, Presti asumió el cargo este viernes en una ceremonia encabezada por el presidente Javier Milei, convirtiéndose en el primer militar en actividad que lidera el Ministerio de Defensa desde el fin de la última dictadura. El acto contó además con la presencia del ministro saliente, Luis Petri, quien dejó la cartera para asumir una banca como diputado nacional luego de las elecciones legislativas del pasado 26 de octubre.
La llegada de Presti no ocurre en terreno firme. El nuevo ministro hereda un escenario marcado por el malestar interno en las Fuerzas Armadas, con reclamos salariales acumulados y una crisis profunda en el sistema de salud de los uniformados, que atraviesa una situación financiera delicada, con deudas millonarias que comprometen su funcionamiento.
Tras su designación, el ahora ministro solicitó licencia como jefe del Estado Mayor General del Ejército, cargo que pasó a ocupar Oscar Zarich por decisión del Ejecutivo. En paralelo, Milei avanzó con una renovación de las cúpulas militares: Juan Carlos Romay asumió la jefatura de la Armada, Marcelo Dalle Nogare quedó al frente del Estado Mayor Conjunto y Gustavo Valverde fue ratificado como jefe de la Fuerza Aérea.
El propio presidente salió al frente de las críticas el pasado fin de semana, durante la presentación oficial de seis aviones de combate F-16 adquiridos a Dinamarca. Allí defendió la designación de Presti, a quien describió como un perfil preparado para encarar la reorganización del área y como un oficial con vocación de servicio y firmeza institucional.
La polémica, sin embargo, no se limita al plano militar. Presti, nacido en 1966, construyó su carrera dentro del Ejército desde la adolescencia y alcanzó los más altos rangos durante el gobierno de Alberto Fernández. Su historia familiar, no obstante, reavivó viejas heridas su padre, Roque Presti, fue jefe del Regimiento de Infantería 7 de La Plata durante la dictadura y estuvo vinculado, según la Justicia, a centros clandestinos de detención, tortura y desaparición de personas.
Aunque Roque Presti fue procesado y detenido en 1987, la Ley de Obediencia Debida le permitió quedar en libertad ese mismo año. Murió antes de que esa norma fuera anulada en 2003, cuando se reabrió el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad.
La designación del nuevo ministro generó un rechazo inmediato de organismos de derechos humanos. Abuelas de Plaza de Mayo calificó el nombramiento como una provocación y advirtió que representa un retroceso simbólico para la democracia argentina. La organización exigió la renuncia de Presti y reclamó un compromiso público del Ministerio de Defensa con el esclarecimiento de los crímenes cometidos durante la dictadura, así como una condena explícita a ese período oscuro de la historia nacional.
El desafío para Milei y su nuevo ministro no será solo administrativo o presupuestario. En juego está también el delicado equilibrio entre la conducción civil de la defensa, la memoria histórica y la necesidad de recomponer unas Fuerzas Armadas golpeadas por años de deterioro estructural.
