La crisis alimentaria en la Franja de Gaza sigue cobrando vidas, en un escenario donde el hambre se ha convertido en una de las consecuencias más visibles de la guerra. El Ministerio de Sanidad del enclave confirmó este jueves que dos personas murieron por desnutrición, lo que eleva a 271 el total de víctimas desde el inicio del conflicto, entre ellas 112 niños.
Según informó la agencia EFE, la situación se agrava pese a los anuncios de “pausas humanitarias” por parte del Gobierno israelí. Mientras Israel asegura que ingresan diariamente unos 300 camiones con alimentos, las autoridades locales y Naciones Unidas advierten que se necesitan al menos 500 para cubrir las necesidades de los más de dos millones de habitantes de la franja.
A la escasez de suministros se suma la falta de control en la distribución. Parte de la ayuda humanitaria es interceptada en el trayecto por bandas armadas o por ciudadanos desesperados, lo que impide que los recursos lleguen de manera ordenada a quienes más lo necesitan. Organizaciones médicas denuncian que, además, los hospitales operan con insumos limitados, lo que dificulta atender el creciente número de casos por desnutrición.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ha documentado más de 1,599 pacientes ambulatorios con síntomas de desnutrición en la ciudad de Gaza hasta el 9 de agosto, incluyendo 672 niños menores de cinco años. Estas cifras reflejan una crisis que no da señales de aliviarse en el corto plazo, mientras la comunidad internacional sigue presionando por un acceso más seguro y sostenido de ayuda humanitaria.
La situación en Gaza evidencia cómo, más allá de los bombardeos y enfrentamientos, la falta de alimentos y medicinas se ha convertido en un factor letal que golpea especialmente a los sectores más vulnerables de la población.








