Una turista peruana de 42 años quedó a merced del durísimo sistema penal indonesio tras aterrizar el 12 de agosto en el aeropuerto de Denpasar con 1.432,87 gramos de cocaína ocultos entre sus prendas íntimas y un dildo adaptado. La sustancia, valuada en casi medio millón de dólares en el mercado balinés, bastó para que la Policía local activara el protocolo que suele derivar en una acusación de tráfico punible con la pena capital.
Según la agencia EFE, los agentes de aduanas desconfiaron por la rigidez corporal de la pasajera durante el control de rutina; una radiografía reveló los paquetes comprimidos dentro de sus genitales y un cargamento adicional en el sostén. El hallazgo incluyó, además, 85 pastillas de éxtasis color naranja, lo que complica aún más el expediente.
Las pesquisas indican que el viaje comenzó en Barcelona y que la mujer habría pactado vía web profunda una recompensa de 20.000 dólares si lograba entregar la droga en Bali. La Policía indonesia rastrea ahora a la persona que le suministró el cargamento y a la célula que debía recibirlo en la isla.
Indonesia mantiene una de las legislaciones antinarcóticos más severas del planeta: tan solo en 2024 los tribunales dictaron 64 nuevas condenas a muerte por delitos de drogas, de acuerdo con el último informe de Amnistía Internacional.
El fenómeno no es exclusivo del archipiélago. A escala global, casi el 40 % de las ejecuciones registradas en 2024 estuvieron ligadas al tráfico de estupefacientes, advierte la organización Harm Reduction International, lo que refuerza las alarmas de organismos de derechos humanos sobre el uso desproporcionado de la pena capital.
Paradójicamente, Yakarta ha empezado a liberar o repatriar a ciertos reos extranjeros. En febrero de 2025, el francés Serge Atlaoui sentenciado a muerte en 2007 fue entregado a su país bajo un acuerdo humanitario, el cuarto caso similar en menos de un año.
La balanza, sin embargo, sigue inclinada hacia la mano dura. Solo en julio pasado una argentina recibió siete años de cárcel y varios británicos obtuvieron condenas menores por episodios de contrabando de cocaína, mientras una pareja alemana aguarda juicio con la horca en el horizonte.
agosto un plan de clemencia que beneficiará a cientos de internos, pero el borrador deja fuera a los condenados por narcotráfico, mensaje que reafirma el carácter ejemplarizante de estas sentencias.
Con ese telón de fondo, la ciudadana peruana deberá confiar en la robustez de su defensa y, quizá, en un eventual acuerdo de cooperación entre Lima y Yakarta. Por ahora, su destino oscila entre la férrea política antidrogas de Indonesia y los contados gestos de indulgencia que, de cuando en cuando, abren una rendija de esperanza en el corredor de la muerte.








