La capital estadounidense será escenario de un cruce político decisivo mientras se realiza el sorteo del Mundial 2026. Trump, Sheinbaum y Carney aprovecharán su coincidencia en Washington para medir fuerzas y explorar salidas a un clima comercial que se ha ido tensando en los últimos meses.
Según EFE, los tres mandatarios sostendrán encuentros breves en el Centro Kennedy, una antesala inevitable al debate sobre el futuro del T-MEC. Aunque el motivo oficial del viaje es el evento deportivo, el trasfondo económico pesa más que nunca en la agenda.
El ambiente llega cargado. Trump dejó abierta la posibilidad de dejar expirar el acuerdo que sustituyó al TLCAN, alegando que Estados Unidos ha cargado con desventajas que, según él, favorecieron a sus socios. Ese gesto reavivó la incertidumbre que ya dominaba las conversaciones comerciales, especialmente porque la revisión del tratado está fijada para 2026 y cualquier señal presidencial altera el tablero.
Sheinbaum se enfrenta a su primer cara a cara con el mandatario republicano. Su Gobierno intenta mantener canales abiertos con Washington pese a las tensiones derivadas del tráfico de fentanilo, tema que motivó el anuncio ahora pausado de aranceles estadounidenses. El cálculo en Ciudad de México es claro: evitar una escalada que complique aún más la relación bilateral justo cuando ambos países necesitan estabilidad para planear el ciclo económico de los próximos años.
Canadá llega a la cita con su propia herida abierta. Carney intenta recomponer una relación que se fracturó con el incremento de aranceles a ciertos productos canadienses y la suspensión de negociaciones tras la difusión de un anuncio televisivo que irritó a la Casa Blanca. Ottawa reconoce que el margen de maniobra es estrecho, pero busca cualquier respiro diplomático que permita retomar el diálogo.
El cronograma del T-MEC aprieta. Si en 2026 no hay consenso para extenderlo 16 años, el acuerdo entraría en una revisión anual hasta 2036. Ese escenario, para México y Canadá, implicaría convivir con una inestabilidad permanente. Para Estados Unidos, en cambio, ofrece la posibilidad de renegociar capítulo por capítulo según las prioridades que marque la administración de turno.
Mientras el sorteo mundialista reparte grupos y sedes para el torneo que compartirán los tres países, los líderes tendrán que lidiar con un desafío distinto decidir si quieren caminar juntos en materia comercial o si cada nación terminará buscando su propio camino en un momento geopolítico especialmente volátil. El encuentro en Washington no promete acuerdos, pero sí marcará el tono del pulso que definirá la relación económica más grande del continente.
