El astro sanpedrano sigue dando cátedra lejos de las Grandes Ligas. Con apenas 64 juegos disputados, Robinson Canó ya acumula 106 imparables, suficiente para comandar todo el circuito veraniego mexicano y perfilarse otra vez como serio candidato al título de bateo.
El veterano de 18 temporadas en MLB decidió prolongar su carrera en la capital azteca, donde ya conquistó el MVP y la corona de bateo en 2024. Ese aterrizaje en el Estadio Alfredo Harp Helú ha sido tan productivo que la propia World Baseball Network lo describió como “el motor ofensivo de unos Diablos con aspiraciones continentales”.
“A veces Dios te saca de un lugar y te lleva a otro para que aproveches mejor tu tiempo… En los Diablos se trata de ganar campeonatos”, confesó en el espacio Abriendo el Podcast, dejando claro que su hambre competitiva sigue intacta.
Esa mentalidad se refleja en los números promedio de .377, OBP de .430 y slugging de .569, aderezados con 11 cuadrangulares y 61 remolcadas, estadísticas que lo sitúan entre los cinco primeros en casi todos los renglones ofensivos de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB).
El impacto individual se traduce en la tabla de posiciones. Los Diablos Rojos exhiben foja de 46-20, la mejor de toda la Zona Sur y 12 juegos de ventaja sobre Puebla, un colchón que les permite administrar el pitcheo de cara a la recta final.
El ritmo de Canó invita a sacar la calculadora. Si mantiene su promedio de 1.65 hits por juego, terminaría rondando los 210-215, cifras que lo colocarían peligrosamente cerca del récord absoluto de la LMB 227 inatrapables, impuesto en 1977 por el legendario “Mr. Hit”. Ya en 2024 firmó 141 incogibles y dejó al segundo lugar a casi 20 de distancia, una muestra de que el histórico dominicano sabe sostener el paso.
Más allá de los números, su presencia ha elevado el perfil de la liga y, por rebote, el del talento dominicano que cada invierno brilla en LIDOM. Con 42 años, ocho Juegos de Estrellas en MLB y una reputación de bateador puro, Canó demuestra que la ruta de la veteranía aún tiene gasolina para rato.
Si algo queda claro es que, mientras el madero siga respondiendo, el público capitalino puede soñar con otro octubre de fuego escarlata y el quisqueyano con engrosar una hoja de vida que ya huele a Salón de la Fama.






