Al menos 52 personas fueron secuestradas en el estado de Zamfara, en el noroeste de Nigeria, tras dos ataques armados registrados con pocas horas de diferencia en distintas aldeas, confirmaron las autoridades locales.
Según informó la agencia EFE, el primer hecho se produjo en la aldea de Godai, dentro del área de gobierno local de Bukkuyum, donde 12 residentes fueron capturados la noche del domingo. El segundo ataque ocurrió la madrugada del lunes en la aldea de Gidan Turbe, cuando un grupo de hombres armados rodeó una mezquita y secuestró a 43 fieles que participaban en las oraciones. Los atacantes trasladaron a las víctimas hacia zonas boscosas de Gohori, en el área de Tsafe.
La Policía de Zamfara reconoció que recibió llamadas de auxilio desde las comunidades afectadas y aseguró haber desplegado operativos para dar con los responsables. Sin embargo, hasta el momento las víctimas permanecen retenidas.
Los secuestros ocurren en medio de un proceso de diálogo impulsado por líderes locales con el objetivo de alcanzar acuerdos de paz con las bandas criminales, conocidas en Nigeria como “bandidos”. A pesar de las negociaciones, los ataques continúan de forma recurrente en varias regiones, lo que evidencia la fragilidad de los esfuerzos de reconciliación.
En Nigeria, particularmente en los estados del centro y noroeste, las comunidades rurales enfrentan de manera constante incursiones de estos grupos armados, que realizan asaltos y secuestros masivos para exigir rescates. En varias ocasiones, las autoridades federales han calificado a estas bandas como organizaciones terroristas, aunque la violencia no se ha detenido pese a las promesas gubernamentales de restaurar la seguridad.
A esta situación se suma la amenaza que representa el extremismo islamista en el noreste del país. Desde 2009, Boko Haram y, más recientemente, su escisión conocida como Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP), mantienen una campaña de ataques y atentados que agravan la crisis humanitaria y de seguridad en la nación más poblada de África.
El secuestro de Zamfara refleja la compleja red de inseguridad que enfrenta Nigeria, donde confluyen criminalidad organizada, conflictos locales y grupos extremistas, en un contexto que sigue desafiando la capacidad del Estado para garantizar la protección de su población.
