La tragedia golpeó al norte de Estados Unidos este domingo, cuando un hombre armado atacó una iglesia mormona en la localidad de Grand Blanc, Michigan, dejando al menos cuatro personas fallecidas y varios heridos graves. El agresor, identificado como Thomas Jacob Sanford, de 40 años, irrumpió con su vehículo en el templo antes de abrir fuego con un rifle de asalto y posteriormente incendiar el edificio, según informaron las autoridades locales.
De acuerdo con reportes de AFP, el ataque ocurrió durante un servicio religioso al que asistían cientos de personas en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La policía confirmó que el sospechoso fue abatido apenas ocho minutos después del inicio del asalto. Entre los escombros de la iglesia calcinada, las autoridades hallaron más víctimas, lo que elevó la cifra inicial de fallecidos.
El presidente estadounidense, Donald Trump, calificó el hecho como “horrendo” y lo enmarcó dentro de lo que describió como una “epidemia de violencia” en el país. En su plataforma Truth Social, denunció que este ataque parecía estar dirigido contra cristianos y reclamó acciones inmediatas para frenar los incidentes armados.
El FBI asumió la investigación del caso y lo considera un “acto de violencia dirigida”, según explicó el agente especial Reuben Coleman. Mientras tanto, la fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, condenó el atentado y expresó que “una violencia de este tipo en un lugar de culto es impactante y aterradora”.
Este suceso se suma a una serie de ataques recientes que han encendido la crispación política en Estados Unidos. Apenas semanas atrás, el activista conservador Charlie Kirk fue asesinado, y en Texas un hombre disparó contra un centro de detención de migrantes en Dallas. Estos hechos han intensificado la narrativa de confrontación entre sectores de derecha e izquierda en el país, con acusaciones cruzadas de fomentar un clima de violencia interna.
Imágenes difundidas en la prensa mostraban el templo reducido a cenizas, ambulancias trasladando heridos y el vehículo del atacante incrustado en la fachada del edificio. Vecinos narraron escenas de pánico: “Escuché disparos y gritos. Nos refugiamos en casa hasta que llegaron las ambulancias”, relató Dobbie Horkey, residente a pocos metros de la iglesia.
Aunque aún no se ha determinado el móvil del ataque, las autoridades encontraron restos de combustible y posibles dispositivos explosivos en la zona, lo que refuerza la hipótesis de que el incendio fue provocado de manera deliberada.
El tiroteo de Grand Blanc vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de atender la violencia armada en Estados Unidos, un problema que, lejos de disminuir, ha mostrado un repunte en los últimos años con consecuencias devastadoras para comunidades enteras.








