La tensión política volvió a subir en Europa del Este tras el ultimátum que Washington entregó a Kiev para responder, en menos de una semana, a una propuesta de paz que podría redefinir el mapa actual del conflicto. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reconoció ante su población que el país enfrenta un momento de presión excepcional, mientras analiza un documento que plantea sacrificios territoriales y estratégicos.
Según EFE, la Casa Blanca exige una respuesta antes del Día de Acción de Gracias, en un intento de acelerar un acuerdo negociado directamente entre Estados Unidos y Moscú. La filtración del texto, que consta de 28 puntos, cayó como un balde de agua fría en Kiev, porque incluye concesiones que antes parecían impensables para cualquier administración ucraniana.
El borrador exige que Ucrania entregue regiones del oeste todavía no ocupadas por Rusia, limite el tamaño de sus Fuerzas Armadas y renuncie de manera permanente a ingresar en la OTAN. A cambio, recibiría garantías de defensa por parte de Washington en caso de un nuevo ataque. En un país que lleva casi tres años de guerra abierta, este tipo de exigencias reavivan antiguos temores sobre acuerdos firmados bajo presión, como ocurrió con el Memorándum de Budapest de 1994, que no logró frenar futuras agresiones.
Mientras tanto, Zelenski ha tratado de mantener unido al país en una jornada simbólica: el Día de la Dignidad, fecha que recuerda las protestas que derribaron al último gobierno prorruso. El mandatario habló de “elecciones duras” y aseguró que presentaría alternativas para evitar que el Kremlin interprete cualquier rechazo al plan como una falta de voluntad para negociar. Su conversación con el vicepresidente estadounidense, JD Vance, fue apenas un primer acercamiento en medio de las dudas.
Del lado ruso, el ambiente luce diferente. Vladímir Putin afirmó que ya analiza el documento y que podría servir como base para una salida “definitiva” al conflicto, un mensaje que contrasta con la desconfianza que muestra Kiev. Rusia, que ha avanzado recientemente en el frente de Járkov, parece ver la propuesta como una oportunidad para consolidar posiciones sin enfrentar presiones militares significativas en el corto plazo.
A la par de estas discusiones, nuevas sanciones estadounidenses entraron en vigor contra Rosneft y Lukoil, un recordatorio de que la diplomacia no avanza aislada del tablero económico. En Europa, Bruselas reaccionó con inquietud al quedar fuera de las conversaciones, reiterando que cualquier acuerdo debe incluir la voz ucraniana. Funcionarios comunitarios temen que decisiones bilaterales entre Washington y Moscú terminen afectando la arquitectura de seguridad del continente.
El escenario queda abierto a múltiples interpretaciones. Si Zelenski rechaza el plan, Kiev podría enfrentar un invierno aún más exigente, con un frente militar desgastado y dependiente del apoyo occidental. Si lo acepta, asumiría un costo político y social profundo, con repercusiones que podrían marcar a varias generaciones. En ese cruce peligroso de urgencias internas y presiones externas se debate hoy la dirección futura del país.








