La Unión Europea decidió darse un respiro antes de soltar la artillería comercial: postergó, hasta inicios de agosto, la imposición de represalias que tenía listas frente al nuevo paquete arancelario de Washington. Con ello Bruselas apuesta por estirar la cuerda de la negociación y evitar que la escalada estalle de inmediato.
Según Infobae, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, informó que la prórroga responde a una carta oficial enviada por la Casa Blanca detallando sanciones del 30 % para los bienes europeos si no hay acuerdo antes del 1.º de agosto. Von der Leyen dejó claro que, mientras se conversa, los equipos técnicos continúan afinando una respuesta “contundente y proporcional” que se activará si el diálogo naufraga.
¿Qué hay detrás del ultimátum de Trump?
El presidente Donald Trump redobló la apuesta al fijar un arancel general del 30 % sobre todos los productos de la UE, una tajada mucho más agresiva que los gravámenes de 25 % al acero y 10 % al aluminio implementados en 2018. La amenaza llega con fecha de caducidad: 1.º de agosto. De caer el martillo, Bruselas ya avisó que “no dudará” en defender sus intereses económicos.
Trump viene repitiendo la jugada. Durante su primer mandato los gravámenes al acero, el aluminio y posteriormente a los automóviles europeos desencadenaron contraataques sobre icónicos productos estadounidenses bourbon, motocicletas Harley-Davidson, vaqueros que todavía escuecen en Kentucky y Míchigan. Aunque en 2021 ambas partes pactaron una tregua parcial, el segundo round amenaza con ser más duro porque el 30 % ahora contempla “todos los rubros”, incluidos farmacéuticos y maquinaria pesada, pilares de la balanza comercial europea.
El peso del comercio transatlántico
No es un pulso menor: en 2024 el intercambio de bienes UE-EE. UU. superó los €867 000 millones, con exportaciones europeas por €532 300 millones un 20,6 % de todas las ventas externas del bloque. Del lado estadounidense, las compras a la UE rondaron los US$606 000 millones y el déficit comercial ascendió a US$235 600 millones, un argumento recurrente en la retórica proteccionista de la Casa Blanca.
La tensión ya deja huellas: las exportaciones alemanas a EE. UU. cayeron 7,7 % en mayo y economistas del Bundesbank advierten que, si la guerra arancelaria se recrudece, el PIB europeo podría resentirse hasta 1,5 puntos porcentuales de aquí a 2027.
¿Y ahora qué?
Bruselas sostiene la mano extendida pero con el mazo cargado. Las contramedidas “reperfiladas” incluirían aranceles selectivos y posibles restricciones a licitaciones públicas de empresas estadounidenses en suelo europeo, activando la nueva caja de herramientas de defensa comercial reforzada en marzo pasado.
Para los próximos días se espera:
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Ronda técnica intensiva: equipos de la Comisión y del Departamento de Comercio explorarán vías intermedias, como cuotas voluntarias y excepciones sectoriales.
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Presión empresarial: lobbies automotrices y farmacéuticos, que dependen de cadenas de suministro transatlánticas, redoblarán gestiones en ambas capitales.
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Ojo a la OMC: aunque el organismo anda renqueante, los dos bloques evalúan escalar el choque a Ginebra como medida de presión política.
Si hay humo blanco antes del 1.º de agosto, la UE retiraría sus represalias y ambas potencias podrían revivir la “alianza verde” planteada en 2021 para forjar estándares conjuntos sobre acero y aluminio con bajas emisiones de carbono. Si no, prepárese para ver subir de precio desde el vino francés hasta los tractores estadounidenses. El verano se perfila caliente en los puertos atlánticos y el tablero global espera la próxima jugada.






