
La lujosa villa conocida como La Caracola, situada frente a Playa Juanillo en Cap Cana, se ha convertido en un símbolo del contraste entre el esplendor de la opulencia y el abandono absoluto. La propiedad, atribuida al presidente venezolano Nicolás Maduro, fue incautada por las autoridades de Estados Unidos en medio de investigaciones por corrupción y narcotráfico.
Según Arecoa, la mansión formaba parte de un paquete de bienes intervenidos a la red de testaferros vinculados al mandatario y a su círculo cercano. Entre estos bienes figuran residencias de lujo, aviones privados y cuentas millonarias, con un valor estimado superior a los 700 millones de dólares.
Levantada sobre un solar de 6,000 metros cuadrados, con más de 3,000 metros cuadrados de construcción, la villa había sido adquirida inicialmente por unos 13 millones de dólares y revendida en 18 millones en una transacción que involucró al empresario Samark José López Bello. Este último fue identificado por el Departamento del Tesoro estadounidense como testaferro del exvicepresidente Tareck El Aissami y operador de los intereses económicos de Maduro.
El diseño estuvo a cargo del reconocido estudio Campagna Ricart y Asociados, responsable de proyectos de lujo como el hotel St. Regis Cap Cana. Dentro de la exclusiva serie de residencias “Fundador Golf”, La Caracola ofrecía comodidades al nivel de cualquier destino cinco estrellas: nueve suites con baño y terraza privada, cocina gourmet, piscina infinita, spa, gimnasio, helipuerto, bar semicubierto y acceso directo a la marina y servicios del complejo.
Hoy, sin embargo, la imagen es otra. Techos con filtraciones, ventanales rotos, piscina y jacuzzi enmohecidos y jardines descuidados muestran un panorama desolador que contrasta con la majestuosidad de su concepción original. Incluso desde el aire, el deterioro resulta evidente, con la naturaleza reclamando espacios que alguna vez representaron exclusividad.
La fiscal estadounidense Pam Bondi describió recientemente la red detrás de estas propiedades como “una organización mafiosa que opera como un cartel, moviendo millones de dólares manchados por el narcotráfico y la corrupción”. Un retrato que ubica a La Caracola no solo como una villa abandonada, sino como un testimonio material de la caída de un entramado de poder y riqueza mal habida.








