La vulnerabilidad de quienes ejercen el periodismo volvió a quedar expuesta este año, marcado por una tendencia creciente de ataques mortales en regiones atravesadas por guerras, ocupaciones militares y redes criminales. Las cifras revelan un deterioro profundo de las condiciones de seguridad para quienes intentan narrar la realidad desde los frentes más tensos del planeta.
Según EFE, el informe anual de Reporteros sin Fronteras (RSF) confirma que Gaza y México se consolidaron como los territorios más letales para la prensa en los últimos doce meses. La organización contabilizó 67 periodistas asesinados entre diciembre de 2024 y diciembre de 2025, un dato que rompe la ligera estabilidad reciente y que recuerda que la violencia contra comunicadores sigue muy lejos de desaparecer.
RSF atribuye un peso determinante a la ofensiva militar israelí en Gaza, donde 29 profesionales murieron mientras cumplían labores informativas. La entidad describe a las fuerzas armadas de Israel como “el peor enemigo de los periodistas” en ese territorio, al estimar más de 200 asesinatos desde el estallido del conflicto en octubre de 2023. La intensidad de los bombardeos y la limitación casi absoluta de acceso para la prensa internacional crearon un entorno donde documentar la realidad se convirtió en un acto de alto riesgo.
México continúa atrapado en su propio drama el crimen organizado convirtió 2025 en el año más mortífero para la prensa en al menos un trienio, con nueve asesinatos. Este deterioro se extiende por la región, lo que RSF denomina la “mexicanización” de América Latina, que ya concentra más de una cuarta parte de los asesinatos de periodistas si se incluye al Caribe. El panorama contrasta con los compromisos asumidos por el Gobierno de Claudia Sheinbaum, a quien la organización reprocha la falta de avances tangibles en materia de protección.
El conflicto en Ucrania sigue generando víctimas entre corresponsales y reporteros locales. Tres periodistas murieron por ataques con drones en el último año, mientras las fuerzas rusas continúan apuntando a quienes cubren el frente. RSF también identifica a Sudán como un escenario cada vez más letal, con un conflicto interno que se ensaña con la prensa en medio del caos político y militar.
A esta realidad se suma otra dimensión igual de alarmante el encarcelamiento y la desaparición de comunicadores. RSF contabiliza 503 periodistas presos en 47 países, con China y Myanmar a la cabeza. Rusia destaca por la cantidad de reporteros extranjeros encarcelados, en su mayoría ucranianos, mientras Israel mantiene detenidos a 20 periodistas palestinos. La cifra de desaparecidos 135 en total exhibe heridas abiertas desde hace décadas, especialmente en Siria, México e Irak.
El secuestro también persiste como una táctica de presión y silenciamiento. Yemen encabeza esta lista con nueve casos en el último año, impulsados por acciones de los rebeldes hutíes. En Siria, muchos comunicadores permanecen en paradero desconocido desde antes de la caída de Bashar al-Asad, dejando a sus familias atrapadas en una incertidumbre interminable.
La represión contra la cobertura de protestas se acentuó en 2025. Desde Nepal hasta Madagascar, numerosos reporteros enfrentaron agresiones mientras documentaban manifestaciones. En Ecuador, las tensiones por el alza del precio del diésel desencadenaron ataques tanto de agentes estatales como de civiles, dejando heridos y generando un clima hostil para el ejercicio periodístico. Uno de los casos más graves fue el de Edison Muenala, herido de bala mientras realizaba una transmisión.
Los desplazamientos forzados también se multiplican. Periodistas de Afganistán, Rusia o Bielorrusia continúan huyendo por la persecución sistemática de sus gobiernos contra los medios independientes. A ese grupo se suman países donde el cierre democrático se intensificó en 2025, como El Salvador, donde el presidente Nayib Bukele impulsa una política que RSF describe como una “ola de represión” contra la prensa.
Este retrato global refleja una profesión sometida a riesgos crecientes, donde la búsqueda de la verdad choca con regímenes autoritarios, grupos criminales y conflictos que no distinguen entre combatientes y comunicadores. Para muchos reporteros, el exilio, la cárcel o la muerte se han vuelto posibilidades demasiado cercanas.








