La Tierra está sintiendo cada vez con más intensidad el “sudor” que brota del polo sur la Antártida acumula ya un aumento medio de 0,12 °C por década en los últimos 40 años, una señal de alarma que, de seguir así, podría trastocar las mareas, el clima y la vida tal como la conocemos.
Según la agencia EFE, el dato proviene de un estudio de la Administración Meteorológica de China presentado en Pekín y difundido por la cadena estatal CCTV, donde se advierte que el calentamiento se concentra sobre todo en la Península Antártica y en sectores del Este del continente, zonas claves para la estabilidad del casquete helado.
La tendencia coincide con las proyecciones del IPCC el sexto informe de síntesis confirma que el deshielo antártico ya está contribuyendo a una subida media del nivel del mar de 3,7 mm al año entre 2006 y 2018, ritmo que podría acelerarse hasta varios metros en los próximos siglos si las emisiones no caen drásticamente.
El océano que rodea al continente, calentado por las emisiones humanas, actúa como un hervidor silencioso incrementa la temperatura del agua, erosiona las plataformas de hielo por abajo y debilita su “contrafuerte”, dejando vía libre a que los glaciares escurran hacia el mar. Un reciente análisis reanaliza múltiples bases de datos y confirma el mismo pulso: +0,12 °C cada década, impulsado por anomalías cálidas persistentes en el Mar de Amundsen y el Mar de Weddell.
Los síntomas ya son visibles. La Organización Meteorológica Mundial advierte que los tres mínimos históricos de extensión de hielo marino antártico se han registrado en los últimos tres años, con el verano austral de 2025 marcando apenas 1,98 millones km² de superficie congelada, nivel inédito en los 47 años de monitoreo satelital.
La alteración no se limita al hielo imágenes satelitales revelan un “enverdecimiento” acelerado de la Península Antártica, donde las alfombras de musgo ganaron terreno de 0,86 km² a casi 12 km² entre 1986 y 2021, favoreciendo la llegada de especies invasoras y reconfigurando el ecosistema polar.
¿Por qué debería importarle al Caribe? Porque las islas bajas, incluida la franja costera dominicana, dependen de cada centímetro de mar. Un alza sostenida, sumada al empuje de huracanes más intensos, multiplica el riesgo de inundaciones, erosión y salinización de acuíferos. En escenarios de mitigación lenta, el IPCC sitúa la subida global entre 0,63 m y 1,01 m para 2100; un porcentaje clave provendrá del hielo antártico.
Mientras los científicos perfeccionan modelos y expanden la red de estaciones en el interior antártico hoy todavía escasas y costeras el mensaje es claro lo que pase al sur del paralelo 60 no se queda allá. Cada décima adicional que el “aire acondicionado” del planeta pierde de frescor se refleja en las costas, cultivos y bolsillos caribeños. Frenar ese termostato global no es asunto de pingüinos es tarea de todos.