La cifra de víctimas en la Franja de Gaza siguió aumentando este jueves al menos 78 personas perdieron la vida tras nuevos bombardeos israelíes, elevando el balance total a 45 439 fallecidos y 117 416 heridos desde el inicio de la ofensiva, según el Ministerio de Sanidad controlado por Hamás.
Según la agencia EFE, los ataques golpearon barrios residenciales de Jan Yunis, Mawasi y zonas del norte de la franja, donde familias enteras quedaron atrapadas bajo los escombros. Las cuadrillas de rescate advierten que unas 3 100 personas siguen desaparecidas y que los reportes de desaparición continúan llegando mientras las ambulancias apenas logran abrirse paso.
El drama se concentra sobre todo en Jan Yunis allí, la familia Shurab perdió a cuatro de sus miembros y la familia Al Amour a otros seis. En Mawasi, murieron diez personas de los clanes Al Zamli y Abu Taima entre ellas seis niños, una postal que refleja la crudeza de la guerra en un territorio cada vez más hacinado y sin refugios seguros.
La emergencia humanitaria se agudiza porque, según el más reciente informe de UNRWA, ningún convoy de ayuda entra a Gaza desde el 2 de marzo. Son ya siete semanas sin combustible, alimentos ni medicinas, el bloqueo más prolongado desde 2023 y tres veces peor que el primer cerco impuesto al estallar la guerra.
Organismos como la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) subrayan que las cifras de fallecidos provienen del Ministerio de Sanidad gazatí y que muchos nombres aún no han sido verificados de forma independiente, lo que dificulta precisar la magnitud real del desastre humano.
Dentro de Israel se escucha cada vez más la voz de quienes reclaman frenar la violencia. Sobrevivientes del Holocausto marcharon este viernes con pancartas de niños palestinos muertos, exigiendo un alto al fuego y recordando que “la humanidad se pierde cuando ignoramos el dolor ajeno”
Mientras los mediadores egipcios y qataríes presionan por un cese al fuego temporal que permita intercambiar rehenes y abrir corredores humanitarios, las bombas siguen cayendo y la ayuda permanece varada. Cada jornada sin acuerdo suma víctimas que, con toda probabilidad, no figurarán en los registros oficiales hasta mucho después de que las excavadoras retiren los últimos bloques de concreto. En palabras de un socorrista gazatí “Lo que no mata el misil, lo mata el silencio”.