La tragedia golpeó de lleno al distrito de Cirebon, en Java Occidental, cuando una de las paredes de la cantera Gunung Kuda cedió y sepultó a los trabajadores que laboraban a media mañana del viernes. Las rocas se desplomaron sin aviso, dejando un reguero de cuerpos y maquinaria retorcida bajo toneladas de escombros.
Tal como reporta la agencia EFE, los rescatistas hallaron 14 cadáveres y aún rastrean a cuatro desaparecidos, usando retroexcavadoras mientras lidian con un terreno inestable y lluvias intermitentes. El gobernador provincial, Dedi Mulyadi, clausuró de inmediato la operación y admitió que la firma explotadora tenía licencia vigente, pero violaba normas de seguridad, un secreto a voces que, aseguró, ya había intentado frenar sin éxito.
El derrumbe volvió a exhibir las grietas de la minería legal e informal en Indonesia. Un reporte de AP News subraya que la zona ha sufrido derrumbes similares en los últimos años y que, solo desde 2023, la agencia de desastres del país registra decenas de muertos en canteras y minas de oro ilegales. Aun con permisos en regla, los controles son laxos: pocas inspecciones, escasa capacitación y un sistema de concesiones donde la presión económica suele imponerse a la seguridad.
En la misma línea, The Jakarta Post recuerda que el propio Mulyadi alertó hace meses de la fragilidad del talud y ordenó estudios geotécnicos que nunca se completaron. Esa omisión cobra hoy factura la montaña se desgajó y cayó como una avalancha sobre docenas de obreros que ganan menos de 10 dólares diarios sin seguro alguno.
La Fiscalía local abrió una causa penal contra la empresa gestora y citó a sus directivos. Fuentes del Ministerio de Energía indonesio señalan que las sanciones por violar protocolos de seguridad rondan los 1.300 dólares, una cifra irrisoria frente a las ganancias del sector. Expertos piden endurecer multas y revocar licencias de por vida a reincidentes, mientras sindicatos reclaman incluir a los mineros en los seguros nacionales de salud y pensiones.
Más allá de la investigación, el desastre empuja al Gobierno a revisar el modelo minero: Indonesia es séptimo productor mundial de piedra caliza y cuarto de carbón, pero su regulación se ha quedado rezagada. Sin controles independientes ni vigilancia electrónica de taludes, cada temporada de lluvias convierte las laderas en trampas mortales.
Por ahora, las familias aguardan noticias en una carpa improvisada junto a la cantera clausurada. Un rescatista resumió la escena con cruda honestidad “Aquí trabajamos a ciegas; si la montaña decide moverse, solo Dios sabe quién se salva”. Mientras tanto, el país suma otra estadística a un balance que, de seguir igual, crecerá más rápido que cualquier plan de prevención.