El vaivén de tensiones entre Washington y Pekín ha vuelto a prender las alarmas de los mercados, temerosos de que las diferencias arancelarias y tecnológicas escalen más de la cuenta. En una época en la que cada nación defiende sus intereses con mayor ímpetu, varios expertos anticipan sacudidas globales que podrían encarecer artículos de alta demanda y frenar la inversión en diversas industrias.
Tal como reporta la BBC, esta pugna se fortalece al calor de nuevos impuestos comerciales por ambas partes. Estados Unidos mantiene su plan de incrementar gravámenes sobre productos chinos, que a su vez han inspirado respuestas idénticas desde Pekín. Ese intercambio no solo afecta productos electrónicos o bienes industriales, sino que también repercute en rubros agrícolas, energéticos y farmacéuticos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) resalta que las dos potencias representan cerca del 43% de la economía global, lo cual explica por qué una fricción prolongada terminaría impactando a todo el mundo, incluyendo a países cuyas economías dependen del comercio exterior.
Un elemento clave en este conflicto es la manera en que algunas empresas reubican su producción, intentando sortear los impuestos que les salen como cáscaras de guineo en el camino. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha subrayado que varios artículos chinos se arman en países terceros para luego ser enviados a Estados Unidos, lo que ha llevado a la Casa Blanca a considerar tarifas suplementarias sobre naciones asiáticas que sirvan de trampolín. De igual forma, los chinos podrían frenar la distribución de metales esenciales como el germanio y el galio, lo cual golpearía industrias tecnológicas y de defensa.
Sumado a esto, se cierne el espectro de bloqueos más agresivos. Washington insiste en restringir la compra de microchips avanzados, mientras que el gigante asiático estudia maniobras para proteger sectores clave de su economía. Algunos analistas, apoyándose en reportes de distintas firmas de inversión, anticipan que si ambas naciones se enfrascan en un duelo comercial sin miramientos, la desconfianza de los inversionistas subirá como la espuma, resultando en encarecimiento de créditos y menos oportunidades de crecimiento en el corto plazo.
Toda esta turbulencia puede volverse aún más seria si se materializa el riesgo de que China inunde otros mercados con productos subsidiados que ya no entren a Estados Unidos. Esto golpearía a fabricantes de regiones diversas, incluidos países que cuentan con economías emergentes y mano de obra intensiva. Es un escenario que se vigila con lupa, pues la guerra comercial no se limita a impuestos: el juego político y las estrategias de mercado ponen en jaque el orden económico global, dejando ver cómo la disputa entre dos gigantes sacude los bolsillos y la estabilidad del resto del mundo.