Los vecinos del paraje Los Coquitos, en el corazón de Boca Chica, dicen estar “al garete” ante lo que describen como un foco de desorden una casona improvisada como refugio para migrantes haitianos sin papeles. Señalan que allí se pasea gente desnuda a plena luz del día, se escuchan discusiones a cualquier hora y hasta han visto un niño pequeño sin su madre. La comunidad alega que el clima de inseguridad ya rebasa lo tolerable y exige que la Dirección General de Migración (DGM) tome cartas en el asunto de inmediato.
La presión vecinal coincide con el aumento de operativos migratorios en todo el país. El pasado 4 de abril, la DGM realizó redadas masivas en enclaves turísticos del Este entre ellos El Hoyo de Friusa y Mata Mosquito deteniendo a más de 150 haitianos en 48 horas, según detalló la cadena alemana Deutsche Welle.
Los números respaldan la percepción de mano dura. Solo en mayo, las autoridades deportaron 34 190 ciudadanos haitianos, la cifra mensual más alta de 2025, de acuerdo con datos divulgados por Diario Las Américas. La misma fuente recuerda que el plan oficial, anunciado en octubre de 2024, busca expulsar hasta 10 000 indocumentados por semana.
Organizaciones de derechos humanos advierten que la situación humanitaria está llegando a un punto crítico. El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) calificó recientemente de “dramática” la realidad de los migrantes haitianos en la República Dominicana y alertó sobre el riesgo de vulneraciones sistemáticas si no se combinan controles con políticas de integración.
En Boca Chica, el contraste es palpable: mientras el municipio se promociona como destino de sol y playa, los residentes de Los Coquitos sienten que la convivencia se ha tensado. Comerciantes temen que la imagen de caos espante al turismo y, de paso, la inversión que mueve la economía local. Líderes comunitarios proponen un censo rápido, filtros sanitarios y vigilancia coordinada con la Policía para devolver la calma sin criminalizar la pobreza.
La pelota queda ahora en la cancha de Migración y de los gobiernos local y central. Si logran intervenir con tacto sin perder de vista la dignidad de las personas ni la seguridad de los vecinos Boca Chica podría evitar que este conflicto puntual se convierta en otro capítulo de la larga y compleja historia migratoria entre Haití y la República Dominicana.








