El cambio climático ha dejado de ser una preocupación lejana. Ahora sentimos sus efectos a nivel global, desde la multiplicación de eventos meteorológicos extremos hasta la sacudida de los mercados agrícolas. Varios especialistas anticipan que un aumento de cuatro grados por encima de los niveles preindustriales podría sacudir la economía del planeta y encoger el PIB global en un porcentaje sin precedentes.
Tal como indica eleconomista, una investigación encabezada por el Instituto de Riesgo Climático y Respuesta (ICRR) en la Universidad de Nueva Gales del Sur, publicada en la revista ‘Environmental Research Letters’, encendió las alertas al corregir un fallo previo en los modelos económicos. A partir de estos nuevos datos, se refuerza la idea de mantener el calentamiento cerca de los 1,7 grados, en sintonía con compromisos internacionales como el Acuerdo de París. Esta actualización echa por tierra la antigua presunción de que sólo habría un daño económico limitado y sitúa sobre la mesa un escenario de recortes drásticos en la actividad productiva si no se aceleran las medidas de descarbonización.
La comunidad académica había venido evaluando los costos climáticos calculando el impacto de fenómenos meteorológicos en cada país por separado, sin tomar en cuenta la dependencia mundial de la cadena de suministro. Con base en la experiencia dominicana, sabemos lo frágiles que pueden volverse nuestros mercados ante las inclemencias del clima, y los analistas ahora resaltan que, con un planeta aún más caliente, la incertidumbre crecería. Informes públicos de la NASA han advertido, de forma reiterada, que las alteraciones en temperaturas medias fomentan fenómenos como sequías severas y tormentas intensas, factores que detonan alzas de precios y disminuyen la productividad laboral.
El Banco Mundial, por su parte, lleva años enfatizando la urgencia de reforzar la colaboración internacional. Sus estudios señalan que incluso países históricamente fríos podrían sufrir reveses cuando escaseen insumos esenciales en otros rincones del planeta. La economía está engranada como un todo, y las cosechas de América Latina pueden impactar directa o indirectamente el acceso a alimentos en Asia y Europa, demostrando que ningún territorio se salva de las consecuencias.
Las lecciones de esta investigación apuntan a mejorar la preparación colectiva: medidas fuertes para reducir emisiones, planes de adaptación con una visión integral y, sobre todo, un replanteamiento de cómo se valora el clima en la planificación económica. Aunque el panorama asuste, la humanidad cuenta con la oportunidad de marcar un rumbo más sostenible y proteger las bases de nuestra subsistencia. Cualquier retraso podría traducirse en mayores gastos futuros y en un desbalance que pasará factura a las generaciones venideras.