Cocaína incautada en Costa Rica 33 kg en contenedor hacia Bélgica

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Un golpe certero al narcotráfico sacudió este lunes la Terminal de Contenedores de Moín, en Limón. Inspectores del Ministerio de Seguridad Pública detectaron 33 kilogramos de cocaína escondidos en el sistema de refrigeración de un furgón que llevaba fruta fresca con destino final al puerto de Amberes, Bélgica. El hallazgo confirma que las mafias ya no solo apuestan por cargamentos masivos, sino también por envíos “quirúrgicos” de menor volumen para burlar los controles.

Según la agencia EFE, los agentes costarricenses lograron ubicar los paquetes gracias a los nuevos escáneres instalados en la terminal y a la intervención de unidades caninas entrenadas para olfatear sustancias ilícitas. El ministro de Seguridad, Mario Zamora, destacó que el dispositivo refleja la “madurez operativa” del país y la coordinación con socios europeos para blindar la ruta atlántica de la cocaína.

El decomiso forma parte de la Operación Soberanía, puesta en marcha en julio de 2023 para sellar el principal puerto de exportación de Costa Rica. Desde entonces, las autoridades han incautado 13 673 kilos de cocaína equivalente a más de 13 toneladas métricas en distintos contenedores que transportaban productos bananeros, piñas y tubérculos.

La droga que intentaba salir rumbo a Amberes confirma por qué ese puerto belga es considerado la “capital europea de la cocaína”. Solo en 2024, la aduana local decomisó 44 toneladas de polvo blanco, una cifra menor que el récord histórico de 116 toneladas de 2023, pero todavía alarmante para Bruselas. Los contrabandistas aprovechan la enorme rotación de mercancías perecederas bananos, cítricos y hasta pescados para camuflar los estupefacientes en los paneles de refrigeración o entre las cajas de cartón, un método conocido como rip-on/rip-off.

Especialistas en crimen organizado señalan que la nueva tendencia es partir los cargamentos en “pastelitos” de 25 a 50 kilos. Así, si la policía intercepta uno, el resto sigue su viaje sin levantar sospechas. De hecho, informes europeos estiman que apenas se incauta alrededor del 10 % de la cocaína que realmente llega al Viejo Continente, lo que explica la sobreoferta y los precios relativamente estables en los mercados clandestinos.

Costa Rica, por su parte, enfrenta retos propios. Algunos de los escáneres donados por Estados Unidos permanecieron fuera de servicio durante meses por falta de repuestos, lo que dejó brechas temporales en la inspección de contenedores, según advirtió recientemente el diario digital The Tico Times. No obstante, Zamora insiste en que la curva de aprendizaje se está superando y que el país “no dará tregua” a los grupos que intentan usar la franja caribeña como trampolín.

Más allá del decomiso puntual, la operación refuerza la tesis de que la colaboración intercontinental es vital: los sistemas de alerta temprana entre puertos, el intercambio de perfiles de riesgo y el seguimiento satelital de contenedores ya no son lujos tecnológicos, sino herramientas básicas para cualquier nación enclavada en las rutas del narcotráfico.

En la práctica, cada kilogramo incautado representa, según cálculos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, unas 2 000 dosis menos en las calles europeas. El resultado de Moín, entonces, se traduce en cerca de 66 000 dosis que nunca llegarán a su destino. Para un país que aún lucha por contener la violencia importada del negocio de la cocaína, se trata de un triunfo tangible y un recordatorio de que, aunque el juego de gato y ratón continúa, los puertos costarricenses ya no son terreno libre para la “mercancía blanca”.

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