CONANI alerta sobre violencia infantil tras muertes de tres niños

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SANTO DOMINGO. Tres criaturas de apenas dos años perdieron la vida en episodios de maltrato ocurridos en Pedro Brand, Cristo Rey y La Romana; una seguidilla que encendió todas las alarmas. Ante la conmoción, el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) llamó a la sociedad dominicana a dejar de “ver señales y callar” y a asumir, con hechos, la misión de proteger a la niñez. “Ni uno más”, reiteró la presidenta ejecutiva Ligia Pérez Peña, instando a denunciar cualquier sospecha mediante la Línea Vida, el 9-1-1 o la Procuraduría Fiscal de Niños, Niñas y Adolescentes.

La advertencia no sale de la nada. El boletín estadístico 2024 de la propia entidad revela que solo el año pasado sus equipos abordaron 353 menores en situación de calle, trabajo infantil u otras formas de vulnerabilidad extrema, un 82 % de ellos varones. Ese flujo constante de emergencias contrasta con la crudeza del dato que maneja UNICEF el 64 % de los niños y adolescentes dominicanos entre uno y 14 años ha sufrido violencia física o psicológica en el hogar. La violencia, pues, se cuece a fuego lento en casa y termina aflorando en los casos más extremos que hoy llenan titulares.

Un deber legal, no una opción

Más allá del horror mediático, existe una obligación jurídica clara. El artículo 14 del Código para el Sistema de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Ley 136-03) reconoce el derecho de la infancia “a que sea denunciado el abuso en su contra”, lo que convierte la omisión en una falta de protección delictiva. Dicho de otro modo todo adulto que sospeche maltrato y calla termina siendo cómplice.

Tejido protector con agujeros

¿Por qué, entonces, los abusos se siguen filtrando? Especialistas en psicología infantil señalan dos grandes grietas. La primera es cultural la disciplina violenta sigue normalizada en muchos hogares. La segunda es institucional las redes comunitarias y escolares reaccionan tarde o no reaccionan. Según el informe regional de UNICEF 2024, los países con menores tasas de violencia infantil son aquellos que combinan campañas educativas sostenidas, protocolos claros de intervención y un sistema de justicia que no revictimiza.

En República Dominicana, CONANI ha intentado tapar esas grietas con 38 oficinas territoriales que ofrecen talleres de crianza positiva, educación emocional y prevención de abuso. Sin embargo, sus técnicos reconocen fuera de récord que los recursos humanos son insuficientes para cubrir los 158 municipios del país. La entidad promete reforzar su presencia con el panel “Prevención de la violencia claves para proteger a la niñez”, donde juristas, psicólogos y sociólogos aterrizarán buenas prácticas y protocolos de alerta temprana.

Cuando la tragedia golpea de cerca

Las recientes muertes ilustran la urgencia:

  • Pedro Brand: padrastro detenido; el infante presentaba múltiples contusiones.

  • Cristo Rey: madrastra señalada; vecinos reportan episodios previos de violencia.

  • La Romana: la madre confesó el crimen alegando “voces” y crisis de ansiedad; el padre había salido a trabajar horas antes, según su propio testimonio.

En los tres casos, los presuntos agresores pertenecían al círculo de cuidado. Esa cercanía, advierte la psicóloga clínica Rosa Encarnación, “derriba el mito del extraño peligroso y obliga a mirar puertas adentro padres, padrastros y cuidadores necesitan acompañamiento psicológico y supervisión comunitaria”.

Lo que podemos hacer hoy

  1. Denunciar de inmediato cualquier señal: golpes sin explicación, quemaduras, cambios bruscos de conducta, aislamiento o miedo a ciertas personas.

  2. Acudir a la Línea Vida 809-200-1202 o al 911 ante una emergencia.

  3. Formarse en modelos de disciplina positiva; muchas parroquias, juntas de vecinos y escuelas ofrecen talleres gratuitos.

  4. Exigir transparencia a las autoridades sobre el avance de las investigaciones y las medidas cautelares aplicadas a los imputados.

Un cierre que es un principio

“Cada vida cuenta. Cada señal importa”, repite CONANI. El eco de esas palabras debería retumbar más allá de la coyuntura. Porque si como indican las cifras seis de cada diez niños ya sufren violencia antes de llegar a la adolescencia, esperar a que otro infante aparezca sin vida no es solo negligencia es una renuncia colectiva a nuestro deber. El reto, entonces, no es indignarse un fin de semana, sino sostener la vigilancia diaria en el barrio, la escuela y la propia casa hasta que “Ni uno más” deje de ser consigna y se convierta en realidad.

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